La vida entera (fragmento)David Grossman
La vida entera (fragmento)

"Estaba allí tendida en el sofá, dice Ora, con la bata abierta, sin importarme nada. Oía a Ilan moverse muy deprisa por el dormitorio. Ya sabes cómo es cuando se pone expeditivo -se sonríen el uno al otro, un chispazo en los ojos, un débil hilo que los une-, lo oía abrir los armarios, las puertas, los cajones. Estaba recogiendo sus cosas mientras yo seguía allí tendida pensando en cómo durante el resto de nuestras vidas seguiríamos pagando por ese momento, por una estúpida cadena de coincidencias, por nada.
Los dos, tanto Abram como Ora, desvían la mirada de inmediato.
Coge una gorra, le habían dicho pletóricos Ilan y Abram a Ora por teléfono desde la base militar del Sinaí y mete dos papelitos idénticos. No, no, se habían reído los dos, no tienes por qué saber lo que vas a sortear, aquellas risas todavía le repiquetean en el oído, porque desde entonces ya no habían vuelto a reírse así nunca más. Tenían veintiún años y estaban en el último mes de su servicio militar obligatorio. Ella vivía ya en Jerusalén y estudiaba el primer año de carrera, todavía la carrera de trabajo social, con el mundo abierto ante ella y considerándose una afortunada por haber encontrado su vocación siendo tan joven. No, que no, volvió a insistirle Ilan por teléfono, que es mucho mejor que no sepas lo que estás sorteando, así podrás ser más objetiva. Vale, se ablandaron los dos ante la insistencia de ella, puedes intentar adivinarlo, pero para tus adentros, y deprisa, Ora, que nos están esperando, tenemos fuera un carro de comando… (Y entonces lo captó: ¿un carro de comando?, ¿significaba eso que uno de los dos podría volver a casa de permiso?, ¿quién? En un abrir y cerrar de ojos corrió a por una gorra, su vieja gorra militar, encontró una hoja de papel y la partió en dos, en dos partes iguales, mientras en su interior sentía una verdadera erupción volcánica: ¿Quién de los dos deseaba ella que saliera?) Dos papelitos idénticos, le repitió Ilan con impaciencia, uno con mi nombre y otro con el nombre del barrigudo. ¡Ah!, soltó Abram por encima del hombro de Ilan: escribe en uno «Ilan» y en el otro escribe «el Señor», aunque espera, pensándolo mejor, pon simplemente «de los ejércitos». Vale, vale, lo cortó Ilan, basta de chorradas, ahora saca uno, ¿ya lo tienes?, ¿Qué ha salido?, ¿estás segura?
Ora sopesa con la mano una piedrecita angulosa y la limpia a conciencia de cualquier rastro de tierra. Abram sigue sentado frente a ella, encogido, con una mano agarrándose la otra, los nudillos muy blancos. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com