En Olivehill (fragmento), de Una relación perfectaWilliam Trevor
En Olivehill (fragmento), de Una relación perfecta

"Esa noche, Mollie soñó que James estaba en el salón. «No, no, no», dijo él, riendo porque era ridículo. Y fueron al Campo Largo y pasaron junto a los manantiales, donde unos hombres de la corporación del condado habían extendido unas láminas con dibujos y tomaban medidas. «Nuestros chicos están tomándoles el pelo», les decía James, pero los hombres no parecían oírlo y comentaban entre sí que Mountmoy quedaría irreconocible con una instalación como un campo de golf.
Después, despierta en la cama, se acordó de que su marido le decía que se había luchado por la tierra de Olivehill, que durante los años de las Leyes Penales —aquellas normas que marginaban a la población nativa católica y a cualquier disidente que no reconociera el liderazgo espiritual de la monarquía británica—, la familia había tenido que recurrir a argucias para conservar lo que era suyo por derecho. Su suegro había cultivado remolacha y tomates a petición expresa de De Valera durante la guerra de los años cuarenta. Y cuando ella volvió a soñar, James decía que ni en unos tiempos de regulaciones tan severas se habría concedido permiso para convertir una buena tierra de labor en un campo de golf. Olivehill estaba estrechamente ligado a la historia, decía, y la historia de Irlanda era un bien muy protegido. Lo indignaba que sus hijos hubieran puesto a la familia en ridículo, y decía que le constaba que esos funcionarios del condado habían cambiado de opinión y ahora se reían de lo absurdo de una solicitud tan ingenua.
[...]
El camino de entrada de Olivehill era de casi dos kilómetros. La verja de hierro, descuidada desde hacía generaciones, había sido vendida finalmente a un constructor que buscaba algo decorativo para una finca que había adquirido en las afueras de Limerick, a muchos kilómetros de allí. Las dos columnas de piedra de la verja seguían en su sitio, y también la aledaña casa del guarda, aunque en estado ruinoso. Reconstruida, se convertiría en la casa club; y se desbrozaría la aulaga para habilitar el espacio del aparcamiento. De Sussex llegó un hombre que había diseñado campos de golf en España y Sudáfrica y se quedó una semana en Olivehill. Se había solicitado un permiso de obras al departamento de urbanismo para modificar el uso de la casa del guarda; era necesario ensanchar el acceso al aparcamiento. No se impusieron más requisitos.
Mollie escuchó al hombre de los campos de golf cuando le habló de cómo había organizado la educación de sus hijos y de los éxitos culinarios de su esposa, enterándose de paso de que a él personalmente le interesaban los molinos de agua. Asimismo, le dijeron que la transformación de Olivehill en un campo de golf era una genialidad en extremo imaginativa. "



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