Tunc (fragmento)Lawrence Durrell
Tunc (fragmento)

"El ocaso es la hora más bella; la ciudad se desliza suavemente hacia la noche mientras el sol libra su leonina batalla contra el horizonte y arrastra cada vez a mayor altura las espesas brumas, y les confiere formas y colores maravillosos. Sentados en el umbrío jardín del hotel, bebiendo en silencio un aperitivo, esperando que el muecín ciego suba a su percha entre los edificios y lance a los fieles su llamada vespertina: era la mejor manera de pasar esa hora, contemplando las luces que comienzan a parpadear sobre el Taxim, las embarcaciones que susurran y mugen en las aguas cada vez más oscuras.
En aquel atardecer tan elocuente estábamos muy silenciosos; el expreso partía poco antes de medianoche, su equipaje estaba preparado. Estábamos allí, entre dos mundos, ni abatidos ni exaltados; curiosamente ajenos a toda certeza del futuro. Un sector de la mente aguardaba la serena llamada que pronto descendería desde la mezquita: el viejo rostro de un pájaro ciego con su apacible y gutural lamento del Ebed. En la creciente penumbra divisé una figura delgada y blanca que cojeaba entre los árboles, a lo lejos; su paso parecía inseguro y a la vez resuelto, como si se encaminara hacia un destino seguro. Aunque no hice ningún comentario, reconocí a mi amigo, y Benedicta, siguiendo la dirección de mi mirada, me pareció que también lo reconocía. Aquello no hubiera tenido nada de insólito; pero ante mi sorpresa, lo vi detenerse, alzar la mirada al cielo e internarse por la escalera en espiral de la mezquita. Ahora su paso había cambiado: era lento, fatigoso, como si lo agobiara alguna pesada carga. "



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