Con flores a María (fragmento)Alfonso Grosso
Con flores a María (fragmento)

"La lluvia daba al pueblo una nueva dimensión triste y melancólica: las espadañas eran más ruinosas; las casapuertas, más descoloridas; los muros y las fachadas, más desconchados sin las pinceladas —ya lavadas— de sus añiles y sus cales, y un aire de desolación y de abandono rondaba zócalos, cornisas blasonadas, arquillos, herrajes y perinolas, a los que sólo salvara de su decrepitud la luz austral y el reverberar de la calina. No se trataba, por otro lado, del agua en sí cayendo sobre la campiña, el monte bajo o la serranía, ni sobre las tiendas de campaña de los destacamentos militares que guarnecían el litoral, los nudos ferroviarios y la cuenca minera, sino de la inmovilidad a que esta lluvia —tan esperada y tan benéfica para todos— sometía la dehesa, el monte bajo y la instrucción en orden cerrado de los acantonamientos y que, en las ciudades, las villas y los pueblos llenaban las tabernas y los casinos de peones agrícolas que, sin poder laborear, bebían en silencio los vasos de vino de sus amarguras, o de terratenientes que jugaban al chamelo mientras apuraban una copa de brandy o de aguardiente y seguían por Signal, el boletín informativo de la embajada alemana o los periódicos nacionales, la marcha de la contienda internacional.
Corría un aire frío y cortante del noroeste —lusitano viento acompañado de truenos, culebrinas y relámpagos— y la lluvia se espesaba en cortinas de ventiscas sin nieves antes de caer sobre los surcos, las regolas de las huertas, las tejavanas, el acerado y los canalones despintados de sus verdes mayo; casas con goteras, barreños para remediarlas, descoloridos parasoles y paraguas, de un pasado inmediato abolido por decreto, para proteger estrados, tresillos, sillas isabelinas, cómodas con fanales de vírgenes dolorosas, corredores, pasillos; o los humildes ajuares de las miserables casitas y chabolas del arrabal donde los regatos de aguas residuales no arrastraban nada porque nada quedaba por arrastrar, donde todo era utilizado, desde unas astillas para prender la lumbre hasta un papel de estraza para envolver de nuevo un arenque, un chusco de munición, un embutido sin sustancias, un puñado de tabaco de contrabando o de tabaquera local, de arroz, alubias o garbanzos. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com