La casa de Dostoievski (fragmento)Jorge Edwards
La casa de Dostoievski (fragmento)

"El Poeta hablaba muchos años más tarde de la divertida ceremonia en el Palacio de los Novios, de la bella María Dolores, católica devota, por sinceros que fueran sus sentimientos fidelistas, y que había asistido con un misal de color blanco entre las manos juntas, vestida de percal y con la espléndida cabellera de azabache cubierta con un velo blanco de encaje, de los amigos que habían concurrido: Heberto Padilla y Belkis a la cabeza, Pablo Armando y Maruja, César y su mujer, un escritor de provincia que había pasado una temporada en la cárcel, no se sabía si por razones políticas, por razones de costumbres o por razones combinadas de ambas naturalezas, Reinaldo Arenas, bajo de estatura, incisivo, amulatado, candidato a todos los castigos, el propio Roberto Fernández Retamar, oficial y elegante, Edmundo Desnoes, no se sabía si tan oficial como Roberto, y el pintor Mariano Rodríguez, entre muchos otros. El Palacio de los Novios, con motivo de la boda del Poeta con María Dolores, se había llenado de una concurrencia poco habitual, poco vista en ese sitio, de apariencia heterogénea, de melenas largas en algunos casos, de aspecto sospechoso y hasta vicioso en más de algún otro. Los funcionarios del registro civil observaban, simulando indiferencia, y los dos o tres guardias del edificio miraban por lo bajo y se preparaban para transmitir sus impresiones a los aparatos de la Seguridad del Estado. Después de la firma de los papeles, los seguidores del Poeta y de su pareja les tiraron puñados de arroz, como todo el mundo, aunque con expresiones y actitudes paródicas, irónicas, que intentaban demostrar que no eran, precisamente, gente como todo el mundo, y la solemne entrega de la torta con sus novios de mazapán en la cumbre, en la techumbre de un monumento de crema y merengue, fue celebrada entre risas, bromas y bulliciosos aplausos. Todos partieron de ahí al Hotel Habana Riviera, en las orillas del Malecón de La Habana, donde los flamantes novios tenían derecho a pasar una noche, con cena, desayuno y un tabaco incluidos, a costa del presupuesto revolucionario, y del Habana Riviera se dirigieron, hacia las siete de la tarde, torta en mano, a la dirección de Tomás Alejandro Tritón, que había ofrecido su casa en el barrio de El Vedado para que celebraran la fiesta. Los invitados formales y los informales contribuyeron al festejo, en su gran mayoría, con algo de ron, y un chico de bigotito, corresponsal de una agencia de prensa francesa, mujeriego empedernido, apareció con un par de mulatas de culos descomunales y con una botella de auténtico whisky de Escocia. "


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