La transformación de Johanna Sansileri (fragmento)Álvaro Pombo
La transformación de Johanna Sansileri (fragmento)

"Haciendo memoria estos días y en especial esta tarde lluviosa, recogida como sólo en las casas de campo se percibe el recogimiento y el olor de la tierra y del jardín los días de lluvia, Johanna Sansíleri ha extractado por fin una escena curiosa: no llega a ser una escena, no llega a ser una conversación, pero sí es un momento melódico, una entrecortada charla con Augusto: qué tonto he sido, durante mucho tiempo he resentido que me llamaras soso, que consideraras que lo era, como un adolescente inseguro a quien le ha caído un mote que, invariablemente, le ofende, orejón, se mira en el espejo y no considera que sus orejas sean más grandes o más singulares que las de sus compañeros, así, soso, tampoco. Y Sansíleri recuerda ahora con ocasión de aquellas observaciones que se creyó obligada a acusarse a sí misma por haber subrayado lo de la sosera que, llegó a asegurar, casi fue un piropo al principio, como llamarte monín o calladuco. Soso era un piropo. Es gracioso ser soso. También es aburrido —observó Augusto—. Lo mío es de verdad mucho la contabilidad, los negocios, y los negocios son muy parecidos entre sí. Las oscilaciones de la Bolsa se vuelven familiares a la larga para quienes están en ello. Es soso no haber sido un financiero de primera línea, lo reconozco. Y también es soso —recuerda Johanna que ella misma intercaló en aquella ocasión— no haber sido una intelectual de primera línea, yo no he sido tampoco una célebre historiadora o una célebre teóloga, he sido amateur en todo, una buena aficionada a la filosofía y a la teología. Eso es soso también. Sí, pero tú sacabas partido en la conversación. ¿En qué conversación?, preguntó Johanna. En las conversaciones con la gente, en las cenas. ¡Pero si en esas conversaciones nunca hablé de nada! Me aburrían, la verdad, porque se hablaba de política nacional, esa plasta agobiante, o de las vidas ajenas. Lo bueno era, Johanna, el efecto que causabas. Daba un poco igual lo que decías, ¿te acuerdas?
Ahora le han sobrevenido a Johanna las interpretaciones de los demás como caracterizaciones y como máscaras. Ahora Carlota, Alexis, Monina le dicen a Johanna quién es y quién era y qué representaba para todos ellos. Y Johanna Sansíleri no se reconoce en esas descripciones. ¿Pero, a su vez, Augusto no la imaginó también como no era? ¿No configuró su vida con independencia de la vida de Johanna porque no entendía que Johanna pudiese ser nada más que la brillante Sansíleri que lee teología, que se basta y sobra a sí misma para entretenerse todo el día en el jardín cultivando tomates y petunias? Es reconfortante que en la parroquia no se la interprete. Eleuterio cuenta con ella ahora dos días por semana. Y cuenta con que Sansíleri aportará periódicamente donativos a la parroquia. Esto le parece a Eleuterio de cajón. Es reconfortante pensar que alguien la ve simplemente así, como una cooperante. Y los chavales la ven como un cruce de terapeuta, psicóloga y profesora de inglés: el hecho de que Johanna no acabe de ser ninguna de esas tres cosas, pero que más o menos cumpla esas funciones con cierta regularidad y asiduidad semanal, es de sobra. Debió de ser reconfortante para Augusto —piensa ahora Johanna— sentirse experto en lo suyo, un experto bróker en una segunda, tercera o cuarta línea, contar con un trabajo monótono y diario. "



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