Brújula (fragmento)Mathias Enard
Brújula (fragmento)

"El vendedor ambulante se levantó y salió, sin duda para satisfacer alguna necesidad fisiológica (entendí que, a diferencia de los campings del Salzkammergut, aquella tienda no disponía de ningún tipo de sanitario; a mamá no le hubiese parecido bien en absoluto; también me habría advertido en relación a los alimentos, aunque el poderoso aroma a chamuscado parecía indicar que la leche había sido hervida) y el jeque aprovechó su ausencia (lo cual confirmaba que el vendedor ambulante era sospechoso de ser un informador) para confiarnos, en voz baja, que efectivamente había unas ruinas olvidadas y misteriosas, lejos, al sudoeste, en la frontera del desierto con la montaña basáltica que separa la badiyé de la llanura del Hauran, toda una ciudad, dijo el viejo, cubierta de osamentas; me costó muchísimo comprender esa palabra, «hueso», «osamenta», y tuve que preguntarle a Sarah qué significaba adhm; según el jeque, se trataba de las ruinas de una de las ciudades destruidas por la cólera de Dios, como estaba escrito en el Corán: hablaba de ella con pavor, decía que el lugar había sido maldito y que jamás, que nunca jamás los beduinos acampaban cerca de ella: se contentaban con contemplar las montañas de huesos y de escombros, recogerse y seguir su camino. Bilger alzaba la mirada al cielo con un aire exasperado y completamente descortés para con nuestro huésped; es fácil de encontrar, esa ciudad, se burlaba, según la Biblia basta con coger a la derecha en el cruce de la mujer convertida en estatua de sal. Yo traté de averiguar algo más. ¿Eran huesos de animales? ¿Un cementerio de camellos, tal vez? ¿Una erupción volcánica? Mis preguntas hicieron reír al viejo, no, los dromedarios no van a esconderse a un lugar secreto para morir, la palman allí donde están, se echan en el suelo y mueren como todo el mundo. Bilger me aseguró que todos los volcanes de Siria estaban extintos desde hacía decenas de miles de años, lo que convertía la hipótesis de la erupción en algo poco probable; a él todo aquello le parecían patrañas nacidas de la supersticiosa imaginación de los autóctonos. Yo imaginaba, en las pendientes de un cráter de basalto lunar, los restos de una antigua fortaleza y de una ciudad desaparecida, cubiertos con los huesos de sus habitantes, muertos en Dios sabe qué catástrofe: una visión pesadillesca, negra, selenita. El vendedor ambulante regresó a la tienda, entonces salí yo; era de noche; el frío parecía ascender desde las piedras directo al cielo, helado de estrellas. Me alejé de la tienda para orinar, el perro me acompañó un momento hasta abandonarme para ir a husmear más lejos, en la oscuridad. Sobre mí, a pesar de no haberlo advertido antes, alto en el cielo, señalando al oeste, a Palestina y al Mediterráneo, brillaba, súbita revelación, un cometa de larga cabellera y polvo reluciente. "


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