Los invisibles (fragmento)Roy Jacobsen
Los invisibles (fragmento)

"Cuando Barbro creció en Barrøy, las chicas no tenían silla. Comían de pie ante la mesa. De las mujeres de la casa, solo la madre, Kaja, comía sentada, y no empezó a sentarse hasta que tuvo a su primer hijo. Cuando Kaja murió, Barbro quiso su silla. Pero Hans decidió que fuera para Maria, acababan de casarse. Al poco se casó también Erling, el hermano mayor, que entonces se mudó a una isla más grande y más rica. Así fue como Barbro y Maria consiguieron una silla más o menos al mismo tiempo. Ingrid solo tenía tres años cuando el padre le fabricó una a ella y le puso unos reposabrazos sobre los que podían colocar un tablón. Así la niña podía sentarse en el tablón y apoyar los pies sobre el asiento hasta que fue lo bastante grande para que se lo quitaran.
Una época había acabado.
Nada de esto se discutió. Tampoco sería fácil determinar si las mujeres consiguieron sentarse gracias a la reivindicación de Barbro o por alguna idea que Hans se trajera de Lofoten. Sencillamente se llevó a cabo, del mismo modo en que las personas de pronto encuentran un nuevo camino entre la maleza, le cogen el gusto y vuelven a recorrerlo hasta que crean un sendero, palabra que no es más que un sinónimo de costumbre.
Pero Barbro se acordaba de cómo era no tener silla, así que desde que consiguió una, se la llevaba a todas partes: a la caseta del embarcadero, al alpendre y también a los campos, donde se sentaba a mirar los animales, el cielo y los ostreros que deambulaban entre las piedras de la playa. Un mueble al aire libre. Eso era como transformar el cielo en un tejado y el horizonte en las paredes de una casa llamada mundo. Eso no lo había hecho nadie nunca. Y los demás no lograban acostumbrarse.
Más adelante, hubo que hacerle también una silla a Lars. Hans la fabricó en el banco de carpintero del alpendre de los suecos, bajo la estrecha supervisión de Barbro, que le llevaba café y comida. Hans intentó deshacerse de ella.
Y Barbro se limitó a quedarse al otro lado de la puerta, pero allí no podía quedarse, no paraba de llover, así que Hans la invitó a entrar otra vez, para que pudiera barrer el serrín y recoger las herramientas a medida que él no las iba necesitando.
Acabó siendo la silla más bonita de la isla. Era igual que la de Ingrid, también con unos reposabrazos sobre los que colocar un tablón, pero además le hizo unas tallas en la parte alta del respaldo, parecían las hojas de una flor que ninguno de ellos había visto nunca. También tenía un agujero ovalado en el asiento, a través del cual Lars podía hacer de vientre, en un orinal; de modo que la silla fue también una letrina, hasta que el niño fue lo bastante grande para ir a la que usaban los demás, que estaba adosada al establo. "



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