Augusto (fragmento)Knut Hamsun
Augusto (fragmento)

"Las raciones dadas por Ezra contribuyeron a tranquilizar los ánimos por el momento. Los hombres acudían al molino para triturar el grano, y regresaban a sus casas, muy contentos, con sus bolsillos y saquitos de harina.
Las fiestas de Navidad fueron tristes; pero aún lo hubieran sido más si Paulina no se hubiese revelado como una poldense caritativa y buena, el filántropo número dos. Todos los comestibles de la tienda, así como los almacenados en los sótanos, los regaló a la población.
Los vecinos también habían juzgado equivocadamente a Paulina. Las provisiones ofrecidas al pueblo, no eran grandes; pero disponía de bastantes embutidos, margarina y melaza, para que tanto los mayores como los pequeños pudieran satisfacer su gusto por aquellas cosas. Nunca hasta entonces había revelado un amor especial por los niños; pero, ahora los obsequiaba con rosquillas, galletas y caramelos. A los hombres, les ofrecía generosamente café y tabaco. El encargado de distribuir estos productos tan apetitosos fue también Carol, como no podía menos que suceder. Así, pues, tuvo que proveerse otra vez de papel y tinta.
[...]
La promesa del Gobierno llegaba muy oportunamente. Las raciones repartidas por Ezra y las golosinas ofrecidas por Paulina habían sido consumidas en su totalidad, y de la matanza de otoño no quedaba ya ni un trozo de tocino.
Las penas y quebrantos exacerbaban la fe religiosa. Muchos se entregaban a la oración. En los demacrados rostros se advertían huellas de lágrimas. Las madres consolaban a sus pequeñuelos tomándolos en brazos y hablándoles de la leche que beberían cuando muriesen de hambre y volasen al cielo.
Apenas se encontraban dos mujeres junto al río, iniciaban temas relacionados con la vida ultraterrena. Ragna hacía alarde de los conocimientos adquiridos cuando era colegiala, pues tenía muy buena memoria. Había llevado siempre una existencia aperrada, y aunque acostumbrada a las privaciones, el estigma del hambre se marcaba en su persona. Y eso que a Teodoro no le faltaba ocasión de hurtar algo en el vapor correo, aparte de que, de cuando en cuando, iba a casa del médico a visitar a su hija, que le facilitaba alguna comida. Pero Ragna prefería morir de hambre a quitarle una miga de pan a su hija.
El fervor religioso se propagaba como una epidemia. "



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