Una juventud en Alemania (fragmento)Ernst Toller
Una juventud en Alemania (fragmento)

"Me he decidido a no ir primero a casa. En Múnich, ya muy entrada la noche, tenemos que apearnos del tren. Me voy a un hotel. A la mañana siguiente me presentaré voluntario.
No es tan fácil convertirse en soldado. Los cuarteles están repletos de voluntarios. Soy rechazado en la infantería y en la caballería. Tengo que esperar, pues se ha suspendido la admisión de voluntarios. Me pongo a caminar por las calles de Múnich. En el Stachus se ha armado un alboroto. Alguien pretende haber oído hablar en francés a dos mujeres, las cuales son golpeadas. Las mujeres protestan en alemán, dicen que son alemanas, pero de nada les vale. Unos guardias se las llevan a la comisaría con los vestidos llenos de desgarrones, el pelo revuelto y el rostro ensangrentado.
Me siento en un banco del Jardín Inglés. Una brisa tibia acaricia las añosas hayas. Son hayas alemanas. En parte alguna del mundo crecen hayas tan magníficas. Junto a mí está sentado un hombre flaco, del que hasta su nuez, puntiaguda y enorme, me resulta simpática. El hombre se levanta, se marcha y vuelve con otras personas.
[...]
Me despierto antes de que se haga de día. Camino por la aldea, paso junto a los carbonizados muros de las casas bombardeadas y me caigo en los agujeros que las granadas han horadado en las calles. La puerta de una iglesia está abierta. Paso a su interior. La luz del día penetra, gris, a través de las vidrieras hechas añicos. Mis pesadas botas resuenan sobre las losas pétreas del suelo. Frente al altar yace un soldado. Al inclinarme sobre él veo que está muerto. Tiene la cabeza abierta por el centro, las dos mitades están separadas como dos gigantescas cáscaras de huevo y el cerebro se extiende por encima como una papilla.
Nuestras piezas de artillería están a media altura frente a Pont à Mousson. Llegamos por la mañana cargados con pucheros de café y pan para la tropa. Los soldados, con el torso desnudo, están sentados delante de los refugios y tienen sus camisas extendidas sobre las rodillas a fin de aplastar los piojos que han anidado en las costuras.
Al acercarme a la batería oigo el zumbido de un aeroplano. La curiosidad me hace detenerme. En la parte baja del fuselaje del aparato distingo el círculo tricolor. "



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