El artista de lo bello (fragmento)Nathaniel Hawthorne
El artista de lo bello (fragmento)

"En todo caso, las disposiciones naturales de su alma no habían dejado de acumular nuevo vigor durante ese período de aparente aturdimiento. Según avanzaba el verano abandonó casi por completo su negocio, y permitió que el Padre Tiempo, en la medida en que este se podía encontrar representado por los relojes de bolsillo y de pared que estaban bajo su control, vagara al azar por la vida humana, creando una confusión infinita entre el cortejo de las horas desconcertadas. Malgastaba la luz del sol, como decía la gente, en vagar por los bosques y los campos y recorrer las riberas de los arroyos. Allí, como un niño, se divertía persiguiendo mariposas u observando los movimientos de los insectos en el agua. Había algo verdaderamente misterioso en la intensidad que ponía en la contemplación de esos juguetes vivientes cuando revoloteaban en la brisa, o en el atento examen de la estructura de un insecto imperial que acababa de apresar. La caza de mariposas era un emblema apropiado de la búsqueda ideal a la que había dedicado tantas horas nimbadas de oro. Pero ¿llegarían alguna vez sus manos a plasmar la idea de lo bello como la mariposa que lo simbolizaba? Dulces fueron, sin duda, aquellos días, y agradables para el alma del artista. Estaban llenos de concepciones brillantes que iluminaban su universo intelectual igual que las mariposas iluminan el mundo exterior, y que en ese momento eran reales para él, sin el trabajo duro, las dudas y las múltiples decepciones que lleva consigo el tratar de hacerlas visibles al ojo sensorial. Pero, ¡ay!, el artista, sea en la poesía, o en cualquier otro ámbito, no puede contentarse con el disfrute interior de lo Bello, sino que se ve impulsado a perseguir el misterio fugaz más allá de los límites de ese dominio etéreo, y destruye su frágil presencia al encerrarlo en el ámbito de la materia. Owen Warland sentía la necesidad de dar realidad eterna a sus ideas de manera tan irresistible como cualquiera de los poetas o pintores que habían adornado el mundo con una belleza tenue y ligera, copia imperfecta de sus sublimes visiones.
La noche era ahora el tiempo que dedicaba a la lenta tarea de recrear la idea única que centraba toda su actividad intelectual. Invariablemente, al acercarse el crepúsculo, volvía de forma sigilosa a la ciudad, se encerraba en su taller, y trabajaba con paciente destreza durante muchas horas. A veces, le asustaban los golpecitos en la puerta del vigilante nocturno que, cuando todo el mundo debía estar dormido, había observado el destello de la lámpara a través de las rendijas que dejaban los postigos de la tienda de Owen Warland. Para la sensibilidad mórbida de su alma, la luz del día parecía tener un carácter invasor que podía interferir con sus proyectos. Los días nublados e inclementes, se sentaba con la cabeza entre las manos, arropando, por decirlo así, su sensible cerebro en una bruma de meditaciones indefinidas, pues era un alivio poder escapar de la implacable precisión con la que se veía obligado a moldear sus pensamientos durante su duro trabajo nocturno. "



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