El copo de nieve (fragmento)Ángela Grassi
El copo de nieve (fragmento)

"Su historia también se podía contar en dos palabras. Se reducía toda ella a galantes aventuras en las cuales jamás había tomado ni la más mínima parte el corazón, batallas dadas en los estrados con una destreza admirable e insulsas murmuraciones.
Su ocupación más seria había sido la de combinar sus trajes de modo que realzasen su hermosura. Había sido casada dos veces, sin que una prenda de amor hubiese venido a estrechar el bendito lazo. Había sido casada dos veces a la usanza del día, teniendo marido y mujer habitación aparte, criados aparte, amigos y placeres aparte.
Se había casado las dos veces por fórmula, sin examinar apenas al marido que le deparaba la suerte, bastándole con saber que era noble, rico y distinguido; la tercera quiso hacerlo no por amor, pues no era capaz de sentirlo, sino por capricho, y se fijó en un sobrino suyo a quien había nombrado heredero de su título y sus bienes, solicitando para él carta de sucesión; pero cuando pretendía esto, frisaba en los setenta, y el sobrino, que apenas había cumplido los veinticinco, tuvo el buen gusto de resistir a los halagos del interés y elegir compañera de su agrado.
Tocó el cielo con las manos la caprichosa vieja mal acostumbrada a los desaires, juró vengarse, y habiéndole recordado Miguel, que a la sazón hacía su busto, aquella sobrina olvidada en cuya casa se albergaba su querida Juana, determinó hacer un viaje a Orduña para conocerla y llevar a cabo su venganza nombrándola su heredera.
Nada más podemos decir respecto a la Excelentísima Marquesa de los Gazules. Era demasiado frívola para hacer el bien y para practicar el mal. Incapaz de afectos y de pensamientos serios, si esparcía algunos rumores calumniosos, si daba algunos consejos torcidos, ni preveía las consecuencias, ni se fijaba en ellas después de haberlas provocado.
El mundo hacía muchos elogios de la Marquesa, porque había sido bella, noble, rica y no demasiado altiva.
La había elogiado sobre todo porque su flaco era reunir a los amantes desgraciados, proporcionándoles medio de verse y entenderse burlando la tiranía de sus padres. Ninguna ocupación le era más grata que la de casamentera, aunque no presidía en su afán de casar ni el tino ni la reflexión. Obedecía a su gusto y a su capricho, como si se hubiese tratado de ir a un baile o al teatro. Pero esto, sin ella misma preverlo le reportaba la ventaja de tener siempre llenos sus salones y estar circuida de parejitas jóvenes que la recordaban sus felices tiempos. En esto no imitaba a aquellas viejas necias que, porque ya no les sonríe el sol de primavera, quisieran destrozar el sol y aniquilar el universo. "



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