Diario de una ama de casa desquiciada (fragmento)Sue Kaufman
Diario de una ama de casa desquiciada (fragmento)

"La gente. En la actualidad, la opinión de la gente es muy importante para Jonathan, igual que la de los porteros, los mozos de ascensor y los maîtres. ¿Y quién es la gente? Su maravilloso público secreto: los desconocidos, cualquier persona a la que no conozca. Una anciana haciendo punto en un banco del parque mientras pasea a Folly, un hombre leyendo el periódico a la entrada de un edificio cuando se baja de un taxi, una mujer paseando a un perro salchicha por la avenida Madison cuando sale de Parke-Bernet con su peludo sombrero verde. Hoy era un pobre anciano con parálisis cerebral que estaba en una mesa justo enfrente de nosotros y que intentaba denodadamente llevarse la cuchara de sopa a la boca sin derramarla. O la pareja de no-tan-jóvenes amantes que estaban en la mesa de al lado del anciano, haciendo cosas intensas debajo de la mesa con las manos y las piernas, creyendo que el mantel era más largo de lo que realmente era. Nuestro público.
[...]
Era la segunda vez aquella noche que lanzaba esta amenaza, pero, a diferencia de George Prager, Jonathan ni se rió ni dijo desenfadadamente: «No lo dudo». Viendo que hablaba en serio, se puso pálido y cerró la boca, y, una vez el camarero hubo despejado la mesa, dijo que quería irse a casa. Pero yo no quería ir a casa, de repente me sentía muy hambrienta, y no es que estuviese intentando desquitarme. Tenía hambre, y cuando el camarero me trajo la parrillada de carne, empecé a comer con mucho apetito, untando profusamente los panecillos con mantequilla, probando la ensalada, comiendo incluso algunos de los aros de cebolla que normalmente detesto. Entretanto, Jonathan empezó a cortar en silencio el filete que había pedido vuelta y vuelta y que resultó estar muy hecho, pero esta vez, en vez de montar un escándalo y devolverlo a la cocina (otra de sus nuevas manías encantadoras cuando íbamos a un restaurante), empezó a comérselo estoicamente. "



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