La danza de los demonios (fragmento)Esther Kreitman
La danza de los demonios (fragmento)

"Cuatro días más tarde se presentó de nuevo el tal Berl Fass. Con rostro demacrado, en ese poco tiempo había perdido mucho peso. Parecía más pequeño y la barriga también se le había reducido. Arrastraba a su hija detrás de él, una joven de no más de veintidós años, de semblante redondo y pálido, ardientes ojos negros, labios carnosos y una pequeña nariz achatada. Llevaba sombrero y se la podría tomar por hija de un buen judío; hasta ese punto tenía buen aspecto. Detrás de ella iba su madre, una mujer en la cuarentena, de nariz puntiaguda, el rostro sembrado de pecas, los ojos llorosos y los dientes deteriorados.
Reb Avrom Ber cerró su libro de Guemará e invitó al personaje a sentarse. Unos minutos más tarde llegó el escriba acompañado por Suskind, el encargado del oratorio. Ocasionalmente ahora hacía de ayudante de Avrom Ber. Suskind colocó un banco de madera contra la pared, enfrente de la mesa, e invitó a sentarse a las mujeres. Al cabo de diez minutos llegó el marido, un hombre alto, con la cara afeitada aunque oscurecida por la negritud del cabello. Saludó a los que estaban sentados a la mesa e intencionadamente eludió al suegro y a las mujeres sentadas enfrente. No se habló mucho, porque no había lugar para intentar hacer las paces entre ellos. Él no quiso sentarse y daba constantes paseos por el despacho. Parecía muy amargado. Se notaba en él un gran esfuerzo por mantener la sangre fría, pero el fuego que ardía en sus ojos revelaba un fuerte nerviosismo, tormento y rabia. Su esposa se mantenía tranquila; la madre, sin embargo, no paraba de sollozar y sonarse la nariz enrojecida, de cuya punta colgaba una persistente gota, como una lágrima en equilibrio inestable.
Las partes adversas se separaron. El padre, ya al lado de la puerta, le dijo a reb Avrom Ber que al otro hombre lo traería en cuanto saliera del hospital. Una vez que pagó al escriba y al ayudante, dejó en la mano de reb Avrom Ber un total de cuatro rublos. Esto no le había sucedido nunca: que por un divorcio le pagaran nada menos que cuatro rublos. "



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