Cuando silbo (fragmento)Shusaku Endo
Cuando silbo (fragmento)

"Pasaron varios meses. Se racionaron el azúcar y las cerillas, a los restaurantes sólo se les permitía abrir de cinco a ocho, y se amplió el periodo de entrenamiento militar en la Universidad P. El alboroto de la escena bélica se volvió más acusado. Pero la vida de un estudiante seguía siendo la vida de un estudiante.
Al principio, a Ozu le había costado acostumbrarse a la vida en la escuela preparatoria, pero con el tiempo hizo amigos nuevos. Estos amigos le enseñaron a saltarse las clases para jugar al mah-jong en el piso de alguno de ellos, o para jugar al billar. Cogió el hábito de fumar y aprendió a untar de aceite la gorra de su uniforme para hacerla brillar como el cuero.
De modo que, poco a poco, la figura con ojos soñolientos de Fletán se desvaneció de su memoria. Se volvió más descuidado a la hora de escribir cartas y la correspondencia de Fletán también llegó a su fin.
Un día soleado de septiembre, los novatos de la escuela preparatoria de la Universidad P. se dirigieron a Amagasaki para trabajar en una fábrica de municiones. La Universidad P. llevaba uno o dos años enviando a estudiantes a efectuar este servicio cada dos meses.
Los jóvenes, vestidos con uniformes militares, pasaban la mitad del día transportando materiales pesados desde el almacén hasta los trabajadores de la planta.
—¿Por qué tenemos que hacer esto? —se quejaban todos—. ¡Hacer que los estudiantes se encarguen de esto no va a ayudar al país!
Cuando estaban bañados en sudor, después de haber tragado una cantidad considerable de polvo del almacén, se les permitía marchar después de este trabajo físico al que estaban tan poco acostumbrados.
Una vez fuera, Ozu y cuatro o cinco de sus amigos tomaban el tren para ir al dormitorio universitario de alguno de ellos para jugar al mah-jong.
Al subir ruidosamente al tren, que estaba bañado por el sol, Ozu miró a su alrededor y entonces contuvo el aliento por la sorpresa.
Aiko Azuma estaba sentada en el centro del vagón del tren.
Había cambiado por completo. Su cuerpo ya no era el de aquella chica vestida con el uniforme de marinero que llevaba el bolso colgado mientras caminaba por la orilla del río Ashiya. Llevaba un kimono blanco puro y se había hecho la permanente. Estaba diciéndole algo a una mujer mayor que iba agarrada al asidero del tren. Sin saber que la observaban, a veces Aiko asentía, y otras miraba por la ventana con ojos tristes. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com