El séptimo arcano (fragmento)Álvaro Uribe
El séptimo arcano (fragmento)

"Me condujo al estudio, que era una habitación con un inmenso tragaluz. Marcos interrumpió su trabajo y me presentó al eslavo como su agente artístico y su amigo. El eslavo sonrió y nos dejó solos. No voy a inventarle un nombre, como he hecho con Marcos y don Mateo, ya que su papel en esta historia es secundario.
Unos días antes, cuando cenamos con Madeleine y don Mateo, Marcos había hablado todo el tiempo. Meses después, cuando volví a verlo en un coctel, Marcos hablaba sin cesar con todo el mundo. Pero esa tarde, en su casa, fue poco locuaz. Es posible que mi propia timidez le haya quitado la palabra; la gente importante o famosa como Marcos me hace enmudecer. También es posible que la elocuencia de Marcos necesite un público de intelectuales conocidos como don Mateo, o de políticos con poder y artistas célebres como las personas que lo rodeaban en el coctel. El hecho es que nuestra plática fue parca y trabajosa.
Sentados a cierta distancia, Marcos junto al caballete como si quisiera seguir trabajando, yo junto a la puerta como si quisiera irme cuanto antes, cambiamos algunas frases rígidas: las mías sobre su pintura que yo veía por primera vez, las suyas sobre la literatura en general ya que no había leído la mía.
Media hora, cuando más, habrá durado ese arduo ejercicio de cortesía recíproca. En uno de nuestros silencios se oyó el zumbido del timbre y aproveché para poner en manos de Marcos una copia del cuento del filósofo y despedirme. Marcos me acompañó en el camino a la puerta. Cuando entré, siguiéndolo, en el vasto salón donde estaban los cuadros, vi aparecer en el otro extremo a dos figuras inequívocas. Una era la del eslavo; la otra, de proporciones eminentes, entrañable aunque sólo la había visto antes en fotografías, era la de un famoso escritor sudamericano a quien voy a llamar simplemente Lucas. Estoy seguro de que no le hubiera disgustado ese nombre. "



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