La banda de la tenaza (fragmento)Edward Abbey
La banda de la tenaza (fragmento)

"Smith aceleró. Hayduke cogió su palanca de hierro y se fue a trabajar a la roca más cercana. Más abajo, a unas dos millas de distancia, los cuatro vehículos que los perseguían llegaban a la bifurcación. Se convirtieron en insectos: hombres buscando huellas de ruedas. Dieron con la elección de Hayduke en un segundo. Smith en su camioneta encaraba las cuestas más empinadas, el motor quejándose al máximo de revoluciones, la carga chocándose en su lecho de acero. El ruido fluía en ondas concéntricas hacia los perseguidores que iban a encarar la pared. No había sitio para esconderse.
Hayduke, sin camisa, trataba de arrancar una piedra arenisca haciendo palanca. La roca se deslizó un poco hasta quedar en el centro del camino.
Hay que intentarlo con algo más grande. Dirigió su palanca hacia un bloque gigantesco desprendido del acantilado. Después de unos minutos de lucha tuvo éxito: el bloque se había movido, se había desprendido, había rodado y rodado llevándose en su caída muchos cascotes.
Hayduke se deslizó por el barranco, saliéndose del camino. El bloque de piedra rodó hasta el sendero de jeeps, lo cruzó, llegó al borde y volvió a deslizarse por la pendiente, saltando de obstáculo en obstáculo, como una liebre buscando una madriguera donde descansar.
Caras pálidas en las sombras de allá abajo miraban lo que pasaba arriba. Pero Hayduke, triunfal, ya estaba buscando un nuevo misil que lanzarles. Que vengan. Que vengan aquí, los iba a bombardear con metralla de piedras. La primera roca se había detenido, hecha escombros, al pie de la pendiente. Buscaría otras.
El equipo estaba llegando. Los cuatro vehículos en movimiento, optando por el camino de la izquierda, el sendero que rara vez usaba nadie, siguiendo a Hayduke y Smith. Hayduke se empleó a fondo en dos rocas más grandes aún, y ascendió por el terreno, con la cantimplora en una mano y la palanca de hierro en la otra, el corazón palpitando acelerado, su ancha espalda de color marrón y cubierta de pelo brillando bajo una película de sudor. Trabajo duro: su forma física no estaba en su mejor momento. Menos aún para estar en un campo de tiro. Entre sus omóplatos se le estremecieron unas células con un viejo temblor conocido. Siguió adelante, buscando rocas que desprender. Encontró dos más y se detuvo a arrancarlas desde la base para hacerlas rodar hasta el sendero.
El sol se hundía por fin más allá del borde de la meseta. Una sombra gigantesca como el estado de Connecticut cubría la cálida tierra de piedra, el corazón de la tierra de los cañones. Toda acción parece ralentizar sus engranajes: Smith está a unas dos millas más arriba, preocupado, angustiado, tratando de ponerse a salvo; Hayduke está en medio, con su palanca de hierro, arrancando pedruscos que tira abajo; el reverendo Love y su equipo, además del operario de la Caterpillar con su pick up amarilla, se siguen acercando. Ninguno de los pedruscos de Hayduke ha conseguido detener al equipo, el hombre de la Caterpillar también lleva una palanca. "



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