Cocinar un oso (fragmento)Mikael Niemi
Cocinar un oso (fragmento)

"Antes de que el mundo se haya creado del todo, salgo con premura al amanecer. En la espalda llevo mi cuévano de piel; en la mano, el hacha. Me detengo a una distancia prudente del establo y busco refugio en la linde del bosque. Finjo estar ocupado con mi vestimenta por si alguien me descubre y empieza a preguntarse qué hago allí, desato y ato de nuevo la cinta que sujeta las cañas de mis botas una y otra vez, sacudo la gorra para quitar unos piojos invisibles y hago como si los echara a los ácidos de un hormiguero. Sin perder de vista la casa en ningún momento. El primer humo de la mañana se alza por la chimenea revelando que sus habitantes se han levantado. Y de pronto sale. En sus manos se balancean dos cubos vacíos. El pañuelo que le cubre la cabeza brilla blanco como la perdiz de las nieves al alba, y el rostro es un luminoso redondel con ojos claros y cejas oscuras. Intuyo la suavidad de las mejillas y de los pequeños labios rosados, a los que oigo canturrear tímidamente, formando pequeñas y delicadas palabras. Cuando abre la pesada puerta del establo y se cuela dentro, las reses ya están atentas y mugen impacientes, con las ubres matutinas tensas. Todo ocurre muy rápido, demasiado rápido. Intento aguzar mis sentidos para conservar la imagen y poder evocarla cuando quiera. Y aun así no será suficiente, he de poder verla mañana también. Las caderas que se mecen bajo el delantal, la suave redondez del pecho, la mano que agarra la aldabilla de la puerta. Me acerco sigilosamente, atravieso el terreno que me separa del establo medio corriendo, como si fuera un ladrón, y al llegar a la puerta me detengo. Cierro la mano en la aldabilla. Mi nervuda y desollada mano donde la suya, pequeña y suave, acaba de estar. Esos dedos que ahí dentro agarran unas grandes ubres dejando que chorros blancos azoten los cubos de leche. Durante un instante tiro de la aldabilla como si pensara entrar; sin embargo, me doy la vuelta y me marcho a toda prisa, temeroso de que me vean. Pero guardo en mi mano durante el resto del día el calor de su piel. "


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