La noche fenomenal (fragmento)Javier Pérez Andújar
La noche fenomenal (fragmento)

"Ángel y el Jugador de Ajedrez esperaban en el sótano del Clínico acompañados del doctor Royuela, que, como siempre, iba con la bata abierta para que se le viera la chapa de Frank Zappa que llevaba en la americana. El doctor Royuela era forense del hospital y colaborador de La noche fenomenal. Se ocupaba en el programa de los casos de hipnosis y estados alterados de conciencia. Usaba unas gafas redondas muy pequeñas y siempre que venía a la tele se ponía el terno gris que le confeccionaron a medida en un sastre de Hong Kong durante un congreso de médicos. Como además de estar muy cotizado una vez le tocó el Euromillón tenía mucho dinero y pasaba temporadas en las islas del Pacífico, pero durante el resto del año seguía en el piso del barrio de Hostafrancs donde había vivido desde que empezó a estudiar medicina y a trabajar durante los veranos en los restaurantes de la costa como camarero para pagarse la carrera.
El corredor donde nos hallábamos tenía un suelo verde de losas rotas y paredes blancas con manchas. Indicaban el camino hacia la puerta varios puntos de luz. Paulina también estaba con nosotros pero dijo que prefería no entrar y que esperaría sentada en un banco del pasillo bajo una ventana y le pidió a Ángel cambio para la máquina del café.
Seguimos al doctor Royuela hasta una habitación acristalada donde el empleado del depósito, cubierto con plástico también verde, nos esperaba junto a la camilla sobre la que yacía el cadáver de Batlló cubierto hasta el cuello por una sábana. Hasta dónde cubre la sábana es la única diferencia que hay entre un fantasma y un muerto. Sobresalía en su cabeza rapada la protuberancia de una cánula que le habían implantado cuando le intervinieron por la hidropesía. Su frente estaba llena de serenidad. Deseé manifestar yo esa calma, pero en vida. De cuerpo presente parecía más delgado, lo que junto a su barba descuidada le confería una fascinante semejanza a Ezra Pound que jamás supe verle antes. El cadáver de Batlló apareció en la desembocadura del río Besós, en la orilla que da a la central termoeléctrica de las tres chimeneas. Batlló había sufrido un infarto mientras estaba cavando un hoyo, posiblemente para enterrar los libros que llevaba envueltos en plástico. Su rostro conservaba una expresión de asombro, no porque la muerte de un hombre constituya un hecho inaudito, Batlló era materialista, sino porque lo que debió resultarle inaudito era lo que la precedió. "



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