El asesino desconsolado (fragmento)José María Guelbenzu
El asesino desconsolado (fragmento)

"Javier Goitia no podía dormir. Pese al fatigoso y largo viaje que le ocupó buena parte de la noche del día anterior; pese a que ni siquiera se permitió un rato de sueño mientras Mariana acudía a su despacho; pese a que cenaron abundantemente en uno de sus restaurantes de pescado favoritos, a que bebieron no sólo el champán que les aconsejara Julia sino además un par de copas; pese al largo paseo de vuelta que dieron para despejarse bajo el frescor de la noche; pese a que se durmieron más bien tarde tras un esforzado encuentro amoroso que los dejó exhaustos... tan sólo cuatro horas después se hallaba despierto y desvelado, mientras en el cielo el primer atisbo de la luz del alba se disponía a difuminar el azul pavonado de la noche. Había salido a robar un cigarrillo y fumar en el salón y ahora, de vuelta al dormitorio, se mantenía recto sobre el piso, castigado ya por la edad, lo que se advertía en su cuerpo desnudo, alto, fibroso y algo cargado de hombros; se encontraba de pie ante el lecho, tranquilo y relajado, con gesto meditativo, mirándola dormir. La casa estaba templada y en silencio, como las calles en aquel grato y suave mes de febrero que parecía preludiar una primavera todavía lejana.
Miraba a Mariana, durmiente y ajena, con un sentimiento contradictorio de devoción y propiedad que le resultaba conmovedor. De pronto, como llevado de un súbito deseo, se inclinó hacia ella y tomando un pico de la ropa de cama que la cubría empezó a retirarla cuidadosamente. Ella estaba también desnuda y sucesivamente fueron apareciendo la hermosa hondonada de su espalda, las nalgas rotundas y todavía delicadamente redondeadas, los fuertes muslos... La escasa luz que provenía del exterior disimulaba las discretas imperfecciones debidas a la edad y, por el contrario, parecía nimbar un cuerpo glorioso. "



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