La imperfección del amor (fragmento)Milena Agus
La imperfección del amor (fragmento)

"Por no hablar de cuánto se enfada cuando quiere que Noemi conozca las bellezas de los alrededores de su pueblo y enseguida ella le hace un montón de preguntas: «¿Cuánto tardaremos?» y «¿de veras merece la pena?». Una vez quiso enseñarle las rosas peonías, que crecen en uno de los lugares más encantadores de Cerdeña. Un camino se encarama al monte hasta los mil metros, siguiendo el curso de un arroyo lleno de cascadas, surcado de mantos de junquillos y helechos, bajo la sombra de tejos, encinas y carpes cubiertos de musgo. En esa zona el verde de distintas intensidades y las plantas asilvestradas y espinosas que allí crecen se ven interrumpidos por arbustos de estas rosas sin espinas, de hojas grandes, tiernas y lustrosas y flores aterciopeladas de color rosa. Ahora es otoño y la estación en la que florecen es la primavera, pero a veces tienen doble floración y, con mucha suerte, se pueden encontrar también en septiembre y octubre. Elías primero hizo la escalada solo, y después, ya seguro de haberlas encontrado, convenció con entusiasmo a Noemí para que le siguiera. Pero, según ella, el recorrido era pesado y caminaba con cara de enfado y cada vez que él avistaba un arbusto de esas plantas milagrosamente florecidas y corría a admirarlas de cerca y la llamaba, ella se encogía de hombros y le decía que estaba cansada y que quería volver a casa.
Noemí intenta descubrir por qué Elías está interesado en ella y, por desgracia, como no consigue dejar de pensar mal de la gente, la razón no puede ser otra que Elías se siente atraído por el mundo de las condesas. Una especie de compensación por la forma en la que se ha resignado a vivir. Pero quizá haya algo aún peor, ese juicio pendiente con los vecinos de la casa colindante, allá en el pueblo. Noemí estudia la situación e indaga sobre los acuerdos adoptados al inicio y piensa que Elías seguirá a su lado únicamente hasta que consigan abrir esas ventanas.
Se sincera con sus hermanas y ellas le contestan que es absurdo que piense de esa manera y la condesa añade que lo importante es hacer el bien y que debería sentirse feliz de serle útil a alguien. Noemí le dice que no fastidie, que ella ya le es demasiado útil a todo el mundo, especialmente a la condesa de mantequilla, que se permite el lujo de no concluir las suplencias porque es demasiado delicada y sensible y todo la turba, desde madrugar hasta el hacinamiento de las aulas y las bromas de los alumnos. Total ya está Noemí que se encarga de ella y de su hijo. Su hermana se pone a llorar y no sabe cómo secarse las lágrimas, porque nunca lleva pañuelo, y dice que tiene razón, que ella preferiría morirse y así dejaría de molestar. Entonces Noemí le da un pañuelo y le dice que en vez de tanto lloriquear debería aprender a defenderse y a no dejar que todo el mundo le tome el pelo. En la vida todo es conflicto y lucha por la supervivencia. Ella no es buena, es holgazana.
Ahora bien, con Elías, Noemí no es en absoluto cicatera, pues le ha regalado incluso unos muebles de la familia para su casa del pueblo que, por cierto, no es más que una habitación, porque la mayor parte de la casa es de su hermano casado.
Elías y Noemí se observan como si pertenecieran a dos especies distintas, pero las hermanas están convencidas de que funcionará.
Sin embargo, a las hermanas no les gusta que Elías haga de novio de Noemí sólo en casa, cuando nadie los ve, y que, cuando salen, se mantenga siempre a distancia y llame por el móvil para quedar con otras personas y diga que en ese momento está con una amiga, que es juez y condesa. "



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