La entrega (fragmento)Dennis Lehane
La entrega (fragmento)

"La habitación osciló un poco mientras Eric se rascaba la nuca y metía los dedos por dentro de la camisa hasta detenerse entre los omóplatos. Tenía calor, le martilleaba la cabeza y notaba la boca seca. Como si no fuese a probar ni un trago más hasta el día de su muerte. Reparó en la lata de cerveza, que seguía donde la había dejado para que lo cacheara Jeffrey. Se planteó cogerla, pero decidió que no podía permitírselo.
Viejo, todo lo que oigo, día sí y otro también, es esa boca tuya rajando sin parar. Rajando sin parar como yo qué sé, joder; pero rajando sin parar.
Padgett apuró su Milwaukee, estrujó la lata y abrió la nevera para coger otra.
Jeffrey dejó su vaso a un lado del fregadero, se volvió para mirar a Eric y dijo: «Tío, ¿qué...?» en un tono de abatida sorpresa al ver que Eric sacaba la mano de la espalda, desde dentro de la camisa, y mostraba un pequeño revólver del calibre veintidós, con un trozo de cinta adhesiva pegado todavía al cañón, con un hormigueo en la parte superior de la columna, de donde acababa de arrancar el arma. Le disparó justo debajo de la nuez y Jeffrey cayó resbalando por los armarios del fregadero.
Eric incrustó la siguiente bala en la pared, junto a la oreja de Mónica, y mientras ella se agachaba para meter la mano debajo de la mesa, con la barbilla entre los muslos, le disparó en la coronilla. Se detuvo, quizá un segundo, fascinado por el pequeño agujero que apareció en el cráneo, más oscuro que cualquier otro agujero que hubiese visto, más incluso que el oscurísimo cabello de Mónica. Y entonces se volvió.
El siguiente disparo fue para Padgett. El impacto le arrancó la cerveza de la mano y le hizo volverse y golpearse la cadera y parte de la cabeza contra la puerta del frigorífico.
El eco de los disparos retumbó en toda la habitación.
El arma temblaba un poco en la mano de Eric, pero no demasiado, y el martilleo de la cabeza remitía.
[...]
Su voz era aguda, afeminada. En el centro de la camiseta manchada de sudor había un agujero por el que la sangre borboteaba y se extendía.
Eric pensó: Acabo de disparar a tres personas. Joder, tío.
Recogió la lata de cerveza del suelo. La abrió y salpicó una pata de la mesa. La puso en la mano de Padgett y contempló la espuma que se le deslizaba por la muñeca y los dedos. La cara de Padgett había adquirido el mismo color de tiza que el cabello. Eric se sentó un momento en el suelo, mientras el cuerpo de Mónica caía de la silla y se desplomaba en el linóleo.
Pasó una mano por el carbón nevado de la cabeza de Padgett. Pese a su estado, el viejo dio un pequeño respingo e intentó zafarse. Pero no podía ir a ningún lado, y Eric le pasó varias veces la palma por la cabeza antes de apartarse.
Padgett apoyó una mano en el suelo y trató de ponerse en pie. La mano cedió y Padgett volvió a sentarse. Probó una vez más, extendiendo un brazo a ciegas hacia una silla, y al final consiguió apoyar parte de la mano en el asiento y presionar para incorporarse con la lengua fuera y colgando sobre el labio inferior. Ya estaba casi de pie, las rodillas dobladas y temblorosas, cuando la silla resbaló y Padgett cayó de nuevo al suelo, esta vez con un golpe mucho más fuerte. Se quedó allí sentado con la respiración agitada, la boca fruncida, la mirada fija en el regazo. "



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