Río fugitivo (fragmento)Edmundo Paz Soldán
Río fugitivo (fragmento)

"Pensé mucho en él ese día, al principio intensa y exclusivamente, pero poco a poco mi mente se fue dejando llevar por otras cosas: Annaliz, en quien pensaba mucho sin saber por qué. Papá, que me había decepcionado una vez más y a quien quería decirle unas cuantas verdades. Tejada, molesto conmigo porque me había echado atrás, no publicaría la Edición Especial para todo el colegio, había decidido que era muy arriesgado y no quería complicar mi último año (lo haría sólo para mi curso, una edición secreta que circularía de mano en mano). Silvia, que no le hablaba a papá por orgullo, aunque terminaba haciéndose más daño ella misma que el que le hacía a él… Uno hubiera querido pensar con coherencia pero no se podía, cambiábamos frecuencias e íbamos mezclando todo, leíamos los libros a medias, charlábamos con varias personas a la vez, nuestra preocupación por algo o alguien aparecía en la superficie del pensamiento hasta que una incongruente asociación de ideas la desplazaba y la escondía hasta la próxima reaparición, encabalgada en otra harto incoherente asociación de ideas.
Qué combinaciones químicas se producirían a cada instante en el cerebro, qué turbulentas o metódicas sinapsis, llevándonos de un lado a otro como velero en un mar embravecido.
Conejo. Tomás y Aura. Alfredo. Mauricio y el Ajedrecista. En esos días, me asomaba al misterio del mundo y mis ojos se llenaban de magia. Todas las caras eran máscaras que ocultaban secretos, todas las paredes escondían entradas a pasadizos. Caminaba por el suelo polvoriento de una casa embrujada, una linterna en la oscuridad, maravillado ante cada ruido y cada soplo fantasmal en las ventanas. ¿O es que el mundo era prosaico, pero mi mente acostumbrada al misterio lo transformaba en un territorio fascinante en el que nada era lo que parecía y el mapa de la isla del tesoro servía para todo menos para descifrar lo indescifrable?
El domingo era el cumpleaños de Alfredo. En clase de Historia, mientras escuchaba la monótona voz de Montes quitándole toda su aura romántica a las guerrillas del Che, pensé en su regalo. «El problema del Che era que tenía asma, y ya sabemos que los asmáticos son muy inflexibles.» Alfredo era una de esas personas que necesitaba de regalos en su cumpleaños, confirmaciones materiales
de que sus amigos y sus familiares lo querían. En eso éramos muy diferentes: yo tenía un miedo inmenso a los cumpleaños y a las navidades porque en ellos uno acumulaba cosas. Qué hacer con tantos regalos, con los libros que nos regaló papá (predecible: Vargas Llosa y García Márquez; ¿quién compraba los libros de los demás escritores?), con los discos que nos dieron los amigos (Thompson Twins, con suerte Queen), y el perfume de la enamorada y el vecino que se acordó de ti y te regaló la figura tallada en madera del Narrador de historias de una tribu africana. Habría que leer los libros, escuchar los discos y ponerse el perfume. Eso era fácil. El problema comenzaba al buscar un lugar para el Narrador, un espacio para los libros al lado de otros libros, para los discos al lado de otros discos, para el perfume junto a frascos de perfumes ya casi vacíos. Los objetos se acumulaban y formaban librerías, colecciones de discos y de adornos de cerámica, había siempre un espacio más en una de las paredes de la casa para colgar un cuadro. Nos íbamos llenando de cosas y eso complicaba la vida. "



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