Como un torrente (fragmento)James Jones
Como un torrente (fragmento)

"El dueño, habiendo recogido las bolas, y reunido todos los bolindres[4] empezó a agitar la negra botella de cuero. La empuñaba en su mano derecha agarrándola por el gollete y sacudiéndola, mientras que la giraba de un lado a otro, dándole vueltas con su izquierda con gran estilo. De cuando en cuando daba con el fondo sobre el filo de la mesa. Finalmente, empezó a sacar los bolindres del gollete de la botella echándolos en la mano uno a uno y tirándolos sobre la superficie del fieltro hacia los jugadores, que los cogían, los miraban furtiva e inexpresivamente, y los ocultaban luego. Cuando ya todos tenían sus bolindres, alzó la botella y abruptamente desapareció de nuevo, tan de improviso y silenciosamente como había aparecido, sin haber dicho una sola palabra en todo el tiempo.
Bama rompió el fuego, encorvándose todo lo que pudo al otro extremo de la mesa, echado todo su peso en la cadera derecha y en la mano izquierda, su codo izquierdo alzado en alto sobre el pequeño puente de su voluminosa mano izquierda por el que el taco se deslizaba con suavidad. Era increíble que no se hubiese ensuciado sus blancos puños en toda la noche. Su apertura fue un disparo muy limpio que envió las coloreadas bolas desde el triángulo en todas las direcciones, hundiendo dos de ellas en los agujeros. Una de las bolas pertenecía al primer dependiente, y Bama le sonrió. Siguió tirando y hundió otras tres bolas antes de fallar.
Dave, cuyo turno llegó a continuación, no hundió tres bolas en todo el juego. Ni llegó a hundir un total de tres bolas en ninguna de las otras cuatro partidas que jugaron antes de que sonara la hora de marcharse. Aquellas partidas no duraban mucho tiempo, y menos aún de la forma que jugaba aquella gente, y el nerviosismo, más una extrema preocupación por su torpeza y un gran embarazo por sus errores y un ansia salvaje de ganar en todos los juegos se combinaron para hacerle jugar bastante peor de lo que podría haberlo hecho con la poca práctica que tenía.
Nadie se brindaba a darle ánimos. El haberlo hecho, después de como él estaba jugando, habría resultado una fatuidad. O algo que se habría prestado a interpretaciones molestas. Era desesperante, Tampoco le ofrecía nadie ninguna simpatía. Fríos, duros, perennes jugadores de dólares, no sentían simpatía por nadie. Probablemente no les gustaba parecer vampiros, y la diferencia entre su forma de jugar y la de él puede que les turbara, pero no iban a negarse a aceptar aquel dólar extra.
Bama ganó tres de las cinco partidas, aprovechándose de ellos tan insolentemente como se había aprovechado en la última, hasta que por fin llegó el dueño y dispuso el cierre. Uno de los dependientes ganó una partida y uno de los aldeanos ganó otra. Dave jugó en todas ellas, deseando poder quitarse de en medio cuanto antes, pero incapaz de hacerlo porque su orgullo no se lo permitía, y sintiéndose más y más inflamado a cada minuto. Cuando cesaron, todo lo que sintió fue alivio. Mientras se ponía en movimiento, su cólera se disolvió y se vio reemplazada por una profunda y casi intolerable melancolía. En este estado de ánimo se dedicó a pensar en Gwen French.
El proyecto entero no le parecía ahora tan apetitoso ni tan digno de estima como le había parecido al principio cuando se le ocurrió por vez primera, y deseó no haber llamado a Frank ni haberse entregado. Ella realmente no era una mujer muy apetitosa, no lo era en absoluto, si pensaba uno en eso objetivamente.
¡Y nada menos que cinco mil quinientos dólares!
Bama había vuelto a uno de los salones y estaba allí sentado en un banco color caoba, aguardando y fumándose un cigarrillo. Tras él, los demás seguían todavía hablando mientras el dueño continuaba apagando las luces. Luego los cuatro hombres en traje de faena pasaron a su lado y se marcharon juntos al restaurante a tomar café. "



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