El amigo (fragmento)Sigrid Nunez
El amigo (fragmento)

"Las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas: Pero ¿qué ha hecho?
Oí hablar de un estudio según el cual los gatos, a diferencia de muchas otras especies animales, no perdonan. (Como los escritores, quizá, quienes, según un editor que conozco, nunca olvidan un desprecio.)
Quizá la culpa fuera peor porque, de todos los gatos que tuve, esta había estado lejos de ser mi favorita, era la que siempre se mantenía distante, la que no me dejaba acariciarla ni tenerla sobre mi regazo pero sí esperaba hasta que me dormía antes de plantarse furtiva en mi cadera. Y entonces se convirtió en la gata de la que no podía parar de hablar. Cuando encontraba un pelo de cuerpo o de bigote de gato en algún sitio del apartamento, oía de nuevo el maullido ronco y agitado de sus últimos días. No, no quería otro gato. No quería volver a ver jamás a otro gato morir, sufrir y morir. Sin mencionar esa otra ansiedad: Si me hacía con un gato, ¿qué le pasaría si yo me moría primero?
Así, quizá me libraba de convertirme en la vieja de los gatos. Estoy contenta de que, en la era de internet, que ha revivido la antigua adoración de los gatos como dioses, el término esté perdiendo su sambenito. Una vez un médico residente me contó que, durante su rotación en psiquiatría, le habían enseñado que tener muchos gatos podía ser indicio de enfermedad mental. Al pensar en los casos terribles de acumulación de animales de los que oí hablar, pensé que era bueno que los psiquiatras estén pendientes de este tema en particular, pero cuando le pregunté cuántos gatos se decía que hacían cruzar el umbral a alguien, él dijo que tres.
Dados los extraordinarios poderes olfativos de un perro, sé que, aunque hayan pasado años, Apollo es consciente de que esta casa fue en su día territorio felino. Quiero saber: ¿Qué opina de eso?
Hay una película húngara llamada Dios blanco en la cual los perros de Budapest se rebelan contra el opresor. Como en todos los levantamientos, este tiene un líder. Es Hagen, la querida mascota mestiza de una niña llamada Lili. Su calvario comienza cuando el padre de Lili se niega a pagar el impuesto que recae sobre cualquiera que esté en posesión de un perro que no sea de pura raza. Abandonado en la calle, Hagen trata de volver a encontrar a Lili (que, mientras tanto, hace todo lo que puede para encontrarlo), pero se lo impiden, primero los laceros y luego un bestia que, con los métodos más crueles, adiestra a Hagen para la pelea. Es al matar a otro perro, la primera vez que Hagen salta al cuadrilátero, cuando comprende no solo lo que ha hecho sino lo que le han hecho. Huye de su entrenador pero enseguida lo atrapan los laceros y se lo llevan a la perrera, donde lo apartan para sacrificarlo. Pero de nuevo Hagen se escapa, liberando al mismo tiempo a un gran número de perros que le pisan los talones mientras avanza veloz por las calles. A la jauría de perros corredores -que a veces atacan- se les suman más perros, perros de todos los rincones de la ciudad: Hagen ha formado un ejército canino. Uno por uno, sus enemigos son perseguidos y asesinados cruelmente. Para entonces, sin embargo, aquel perro que había sido tan noble ha sufrido tal transformación que cuando finalmente Hagen vuelve a encontrarse con Lili, en el patio del matadero donde su padre trabaja como inspector cárnico, le enseña los dientes y le gruñe. Ella es un ser humano, al fin y al cabo, y su padre, que empezó esta guerra, está ahí con ella. Organizados junto a Hagen se encuentran los miembros de su ejército, todos preparados para atacar. "



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