Barbarroja y la burla de Alessandria (fragmento)Dario Fo
Barbarroja y la burla de Alessandria (fragmento)

"Narran que el emperador, al llegar frente a Alessandria con su ejército, viendo la ciudad construida apresuradamente con los tejados recubiertos de rastrojo y barro, preguntó, atónito: «Pero ¿qué les ha ocurrido a esos tejados?».
Y uno de sus príncipes le contestó: «¡Los han recubierto a toda prisa con haces de hierba porque estaban al corriente de vuestra inminente llegada, Majestad!».
Y parece ser que este exclamó: «¡Ja ja, la ciudad de paja!». Y desde aquel día todos la llamaron así.
Pues lo sentimos, pero debemos repetir que esta versión de los cronistas oficiales es falsa, puesto que el término «paja» en el antiguo dialecto lombardo no se refiere a los rastrojos del grano, sino que significa «ciénaga». De modo que no debemos llamarla «ciudad de paja», sino «ciudad que flota en una ciénaga», es decir, una fortaleza construida por guerreros rusteghi desharrapados
y acaso también bandoleros, pero dirigida por capitanes geniales y cargados de imaginación.
Si consideramos auténtica la versión que nos ofrecen los cronistas al servicio del emperador y los que están hoy al servicio de la cultura oficial, debemos entender que Barbarroja atacó inmediatamente las murallas de aquella ciudad de tejados de paja con sus tropas y sus máquinas de guerra. Cualquier estratega dotado de un mínimo de cerebro se habría dado cuenta de que, para imponerse, habría sido suficiente con arrojar flechas y bolas de betún y azufre encendidas que alcanzaran los tejados para ver cómo toda la ciudad se convertía en pasto de las llamas. Y, sin embargo, no hay testimonios de esta operación. Por el contrario, las crónicas de Bernardino Corio, Rahewin y Carlo Sigonio cuentan que los sitiados respondieron con ardor y valentía al ataque de los teutones, llegando a derribar sus máquinas de asedio y torres móviles, y que fueron ellos, aquellos desharrapados, los que lanzaron fuego griego en tal cantidad que las llamas devoraron toda la maquinaria de ataque enemiga. Pero no es suficiente.
Mientras que dos ciudades de imponente estructura defensiva como Susa y Asti, frente a ese mismo ejército, habían caído en pocos días, de acuerdo con los cronistas más blasonados, esa aglomeración de murallas levantadas a toda prisa que era Alessandria consiguió resistir no diez días, sino un mes, dos meses, tres meses, hasta seis o siete meses, sin ceder nunca; y aquellos desharrapados llegaron incluso a infligir grandes pérdidas al ejército imperial hasta reducir sus efectivos a la mitad, ¡como si se hubieran topado con siete dragones con siete cabezas ardiendo!
Reconozcámoslo: ¿estamos siguiendo una reconstrucción histórica, o, por el contrario, una fanfarronada del barón de Münchhausen que hace que le disparen desde un cañón y vuela sobre un obús? ¿Cómo se puede dar crédito a una historia según la cual uno de los ejércitos más mortíferos de la época quedó detenido como anonadado durante tantos meses ante una pequeña ciudad con
tejados de rastrojo, defendida por algunos miles de heroicos desharrapados dispuestos a todo? ¿A quién pretenden engañar con este cuento de hadas? "



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