Las constelaciones oscuras (fragmento)Pola Oloixarac
Las constelaciones oscuras (fragmento)

"De hecho, habían hablado una vez. Un afterparty en Defcon, la conferencia de hackers de Las Vegas, allá por el ’99. Ese año, Cassio y Luck habían ganado dos series de combates: “Core Wars”, donde programas enemigos combaten por el control de una computadora llamada MARS, y
“Capture The Flag”, un clásico de la estrategia militar; el trofeo era un pedazo de chip de la consola general de Defcon, y esa noche victoriosa Cassio y Luck se pasearon por el afterparty con el pedazo de chip fluorescente al cuello, paladeando el estatus que ese trozo de la conferencia les confería ante sus pares; era el pico de la gloria conocida, era antes de que las poolparties de Defcon se llenaran de chicas en bikini y otros seres identificables como del sexo femenino. Los hackers argentinos convergían entre sí, la cerveza fluía entre rumanos, canadienses, rusos, brasileros, eslovacos y yanquis de sendas costas. El contexto planetario del crisol de razas hackeriles y el fin del milenio eran propicios para sellar la paz entre los históricos TLO y los triunfales DAN.
Max estaba con Wari, con una remera del código de intrusión SSH, y Riccardo, que tenía el pelo azul, Cassio se acordaba perfectamente la conversación: el código es ley, porque el código rige la conducta, pero ¿qué pasa si empezamos a escribir código que ya no podemos leer? Los algoritmos
son como una nueva especie adaptativa, una ralea potencialmente superior al resto de las especies, porque adquieren la forma de la verdad muy rápido y se mezclan con ella, son el medio y el mensaje; quizás comparable a la virtud arrasadora de la palabra escrita en el pasado bíblico, los algoritmos son capaces de volverse reales hasta empezar a regir la realidad de los demás.
Pero si los algoritmos han sido suficientemente brillantes en su ejecución y creación, es casi justo que tengan su vida independiente… El tema descarriló rápidamente a chistes impolíticos sobre el aborto, perfiles de futuros ecoactivistas del derecho a la vida algorítmica, y se disolvió; a unos metros de ellos, unas chicas contratadas bailaban ula-ula. Al día siguiente, Cassio y Max se cruzaron en los pasillos de Defcon, Max tenía una remera de Blade runner; a los dos los enloquecía la escena final, Rutger Hauer contemplando la destrucción de su mundo. Cassio comentó que el actor Rutger mismo había improvisado esas líneas; comprobó complacido que Max no lo sabía.
El rostro de Max es bastante inexpresivo, de no ser por los ojos azules grandes, un poco saltones, que puede alternativamente iluminar o apagar, dedicados a umbríos procesos interiores. Las teorías sobre su paradero habían circulado dispares: que había viajado a Burma, que se había casado con una bailarina exótica, que después de una ingesta de ayahuasca había estado durante años sin hablar con nadie, para después comunicarse exclusivamente a través de números; que había hecho plata con derivativas y para cobrar el dinero se había ido a Tailandia, pero en realidad no le gustaba la playa o no tanto como hubiera creído. Que en esa época se había unido a un grupo de libertarios, una mutación del socialismo que no buscaba despertar a clases dormidas sino configurar un mundo mejor para los trabajadores por fuera del sistema de los Estados-nación, con plataformas off shore fuera del control de leyes centenarias y el fisco; que había estado trabajando en simulaciones neuronales en nematodos y que sus primeras incursiones en bio habían sido en un garaje sin esterilizar de Villa Urquiza, en Buenos Aires. "



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