El anarquismo y la revolución en España (fragmento)Diego Abad de Santillán
El anarquismo y la revolución en España (fragmento)

"En una palabra, la revolución debe hacer en pocos años lo que el capitalismo es impotente ya para crear: una España capaz de alimentar, de vestir, de alojar a una población que no tardará en llegar a los 30 millones de habitantes si las corrientes emigratorias siguen cerrándose como se han cerrado en los últimos tiempos.
Toda voluntad de trabajo encontrará fácilmente su puesto gracias a la revolución, que vincula la ciencia de los laboratorios y de los gabinetes con la técnica, y la técnica con el trabajo útil.
De esa solidaridad tiene que surgir forzosamente algo superior a lo que pueden darnos la ciencia de la política capitalista, las especulaciones de los financieros, la voz de mando de los generales.
No necesitamos la hipótesis de Dios para la construcción ideal de nuestra sociedad de trabajadores; tenemos que recurrir a la hipótesis del Estado. No queremos que todos bailen a la misma música, que todos marquen el paso al unísono. Incluso admitimos la posibilidad de diversos organismos, unos más y otros menos revolucionarios, unos más y otros menos amigos de la nueva situación. Lo importante es que todos los españoles tenemos un mínimo de necesidades que satisfacer, y en holocausto a esa satisfacción debemos contribuir por deber y por derecho al proceso de la producción de los bienes para satisfacerlas. Lo mismo que hoy en la fábrica trabajamos con diversidad de mundos políticos, interesándonos en ella más el buen obrero, el buen compañero de labor, que el compañero de ideas, así mañana nos codearemos en los lugares de trabajo con gentes que no piensan como nosotros, que incluso nos son política o socialmente hostiles, y a los que habremos de vencer por el ejemplo de nuestra obra, por la eficacia de nuestra orientación.
Hay diversas organizaciones obreras en España; todas deben contribuir a la reconstrucción de la economía y a todas se les debe dejar su puesto. La revolución no rehúsa ningún aporte en ese terreno; luego, fuera de la producción y de la distribución equitativa, obra de todos para todos, cada cual propiciará la forma de convivencia social que mejor le agrade; lo mismo que no negaremos el derecho a su fe religiosa a los que la tengan, e incluso la ostentación de esa fe, tampoco negaremos a los que no participen de nuestras concepciones sociales de libertad de defender las suyas y de practicarlas, siempre que no sean agresivas, siempre que no quieran forzarnos a nosotros y a quienes no las comparten a ser de los suyos. Entonces habría hostilidad y guerra civil. Incluso prevemos que los amigos del modelo ruso podrán tener para su uso particular, fuera del régimen económico que ha de ser fruto de una gran concordancia, sus comisarios del pueblo; prevemos que los socialistas políticos podrán tener su Parlamento, seguir pronunciando sus discursos. No nos afectará en lo más mínimo y nosotros nos contentaremos con la disposición siempre latente a impedir cualquier manifestación agresiva de una fracción contra otra que no quiera practicar sus ritos políticos o religiosos. "



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