El negociado del yin y el yang (fragmento)Eduardo Mendoza
El negociado del yin y el yang (fragmento)

"Sin duda alguna. El budismo es una religión antigua y sabia y, como todas las grandes religiones, tiene su faceta estricta, destinada a los exégetas y a los místicos, y su faceta permisiva, destinada al común de los creyentes. En ambas facetas, el budismo predica hacer el bien y evitar el mal, pero no emite juicios morales. No es doctrinario, aborrece el dogmatismo y es tan reacio a condenar las faltas ajenas que entre los bonzos, quizá para dar ejemplo, abundan los sinvergüenzas y los pícaros de poca monta.
¿Sólo nosotros en esta ciudad, entre tantos, los únicos sensatos?
Entretenidos con la conversación pasaba el tiempo y mis cuatro compañeros estaban ansiosos por consagrar el resto de la velada a la finalidad manifiesta de su viaje. Me propusieron cortésmente que los acompañase, pero preferí reintegrarme a mi hostal. Lo visto no me parecía atrayente y, no obstante las garantías de seguridad, siempre existía la posibilidad de acabar metido en un lío, en cuyo caso, mi posición habría sido más comprometida que la suya. No insistieron y es probable que les alegrara verme desaparecer.
Como estábamos en medio del tumulto, pensé que si emprendía el regreso a pie sería objeto de continuos requerimientos, de modo que paré un motocarro y después de convenir un precio, me instalé en el asiento posterior y me dejé llevar.
Con lentitud, perseverancia y profusión de bocinazos dejamos atrás el gentío. Al abandonar las últimas casas noté la brisa del mar. En el cielo flotaba una luna redonda y brillante. Por el camino sólo se oía el petardeo del motocarro y los ruidos breves y chillones procedentes de la espesura. El trayecto era corto. Al llegar miré el reloj y vi que eran las diez. Pagué la cantidad apalabrada y cuando el motocarro se fue sentí la calma que debía de reinar en aquel paraje en su pasado perdido. En el hostal no había ninguna lámpara encendida, pero la luz de la luna me bastó para subir la escalera. En la veranda encontré a la dueña del hostal sentada en la butaca que había ocupado el monje budista aquella misma mañana. Recordé lo que me habían dicho un rato antes acerca de los monjes budistas y me pregunté si las visitas regulares de aquel monje eran tan casuales como ella me había explicado a nuestra llegada. También recordé su nombre: Madame Kwank. "



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