La familia Aubrey (fragmento)Rebecca West
La familia Aubrey (fragmento)

"Tendría que haberle dicho que estaba demasiado cansada, pero me alegraba tener una oportunidad para demostrarle a aquella estúpida y repugnante adulta que tenía poderes de una naturaleza que evidentemente le impresionaban. Me levanté y caminé hacia ella con una determinación en la que había cierta teatralidad y puse las manos a ambos lados de su cara. Me desagradó el contacto con aquella piel caliente. No era realmente tan oscura, ni siquiera estaba cerca de ser tan oscura como para situarla fuera de unos límites donde no se admite la admiración, pero aun así sentí que, si hubiera sido un poco más oscura, habría resultado tan asquerosa como si todo su cuerpo hubiese estado cubierto por una mancha de nacimiento. No me sentía cómoda leyéndole la mente. Si hubiese habido números más desiguales que los impares seguramente los habría elegido. Lo hice dos veces, para dejar clara mi superioridad, pero me negué a hacerlo una tercera, para darme el gusto de rechazarla.
Cuando regresé a mi asiento me preguntó si mi prima o yo queríamos más pastel. Le di las gracias, pero le dije que no, que habíamos comido todo el que habíamos querido con el té y que me había encantado, en especial los barquillos con nata montada. Echó un vistazo a la mesa, vio que no quedaban más y le dijo a la tía Lily que corriera a la cocina y pusiera algunos más en un plato, sabía que había muchos, porque era el postre para la cena. Pero yo volví a darle las gracias y a decirle que no, que ya habíamos comido todos los que habíamos querido con el té. Luego me preguntó, sonriendo, si no teníamos hueco para un bombón o dos. Resultaba entretenido y horrible a la vez ver a una adulta tratando de agradar a una colegiala. Cuando le dije que realmente no queríamos nada, la señora Phillips se quedó en silencio y durante un instante dibujó algo con el dedo sobre el mantel mientras echaba un vistazo a la habitación. Había allí todo tipo de cosas que no teníamos en casa, sobre todo en el aparador; dos cajitas de plata y una botella de cristal tallado y plata con whisky en su interior que yo sabía que se llamaba tántalo porque mi madre era incapaz de ver uno en un escaparate sin detenerse y prorrumpir en gritos de indignación. Tenía un mecanismo mediante el cual no se podía abrir sin una llave para que los sirvientes no robaran la bebida y a ella le parecía que aquello era como un brutal reconocimiento de desconfianza. También me pareció interesante descubrir que las sillas tapizadas de cuero no estaban gastadas ni rotas como las nuestras. "



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