La ladrona de fruta (fragmento)Peter Handke
La ladrona de fruta (fragmento)

"Ahora, en lugar del perro, durante un rato la acompañó el cuervo. Iba dando saltitos a su lado, siempre de tres en tres, como solo lo hacen los cuervos cuando se desplazan por tierra, cosa que a ella le recordó los saltos de la infancia jugando a la rayuela. Entretanto estaba cansada. Pero ahora descansar no entraba en consideración, a pesar de que la gruesa y, además, mullida capa de musgo que también cubría el suelo del prado hasta muy lejos, invitaba a tumbarse. Trasladando los saltos triples del cuervo a sus pasos, poco a poco, fue ahuyentando el cansancio.
El cuervo escapó volando y dejó caer una pluma de color negro intenso con bordes azul púrpura —¿existía un color así?—, y ahora ella caminaba sola. Al ver el brillo azul de la pluma se dio cuenta, en la imagen remanente, de que el perro de antes tenía los ojos azules, de otro azul. En lo alto de las copas de los árboles, un soplo apenas audible, ningún viento, nada más que una corriente constante. Abajo, en la zona del verde musgo, no corría viento. De los diversos brazos en los que el Viosne se ramificaba a través de las «vegas» —así veía ella los prados, recordando su época en España—, el murmullo del río llegaba aquí y allá a lo sumo como un borboteo; en algunos brazos el agua salobre se remansaba: brazos que estaban muertos. Apenas se podía decidir, en especial entre los deltas interiores (una palabra del padre) en permanente formación que seccionaban los caminos, sendas y senderos de la ribera, cuál de todos los brazos de agua era el principal."



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