Enzo Ferrari (fragmento)Enzo Biagi
Enzo Ferrari (fragmento)

"He pasado días escuchando sus discursos; el retrato no correspondía con el de los adversarios o de los polemistas: duro, misántropo, irascible, cínico, lunático. L´Osservatore Romano había escrito: Un Saturno modernizado sigue devorando a sus hijos. Era capaz de aceptar las derrotas y no esperaba nada; ha dejado gran parte de su fortuna en escuelas, hospitales y centros de investigación.
Lo habían llamado también el italiano más famoso después de Cristóbal Colón. Pero huía de la gente, del ruido; se lo encontraba a veces en los restaurantes de la colina, nunca en un cine o en un teatro, nunca de vacaciones. Amaba la lectura.
Había dicho no a la Ford y a la General Motors, que querían su taller.  No sé qué haría con el dinero; para mis necesidades, tengo bastante. No hacía ostentación de sus sentimientos. Comenzaba cada jornada con una visita al cementerio; nadie lo acompañaba, y se decía a sí mismo: ¿Cuánta compasión no he recibido de otros por cuenta de Dino?, su muchacho muerto a los veinte años.
A las mujeres -me decía- habría que considerarles un premio al trabajo. Es lindo cuando se puede hablar con ellas. Entregarse. Un juicio que acaso ofenda a las feministas, por lo de epicúreo que domina en la visión de los naturales de Emilia, pero es también el deseo de una conquista y de una alianza.
Leía muchos libros de historia porque el insomnio lo atormentaba. Su predilecto era Napoleón. Lo aceptaba sin reservas, en bloque: estratega, matemático, inspirador de códigos y, ¿por qué no?, amante escrupuloso.
Ferrari no tenía ni programas ni ambiciones: la meta más importante era sobrevivir, y parece una actitud extraña para una existencia dedicada a medirse con los demás. Se justificaba: Nunca he sabido qué cosas son la envidia o el rencor.
Ha escrito, rememorando el pasado: Me siento solo, al cabo de tantos acontecimientos alucinantes, y casi culpable de haber sobrevivido.
Hablando con el ingeniero Carlo Chiti, uno de sus proyectistas, me dijo: Ferrari es un gran hombre, con grandes defectos y grandes méritos. He pasado seis años con él y no hemos estado de acuerdo, pero no era por motivos personales. Es inflexible. Entendía las cosas cinco días antes. Es muy inteligente. Fuera de las relaciones de trabajo, es de una increíble simpatía. Lo he visto discutir airosamente con un jesuita. Si se hubiera dedicado a la política habría tenido indudable éxito.
¿El lado negativo? Impulsivo y desconfiado. Su pasión por los autos de carrera es particular, si se piensa que no sube a un ascensor, a un tren o un avión porque le da miedo. Lo confiesa riendo; solamente se fía de su chofer. No quiere pilotos italianos, y lo comprendo. Si sucede una desgracia, tiene a todo el mundo en contra: prensa, partidos, Iglesia. Si se te muere uno, es el fin. No va a la carrera porque sufre muchísimo.
Solía decir: Llevo lentes oscuros porque no quiero dar a los demás la sensación de cómo me siento por dentro. Me empeño en los grandes amores o los grandes odios. Italia es también la Ferrari, y la Ferrari ¡guay del que la toque! Tal vez hubiera soñado una máxima de su admirado Napoleón: El tiempo es el arte supremo del hombre. Ferrari ha sabido vencerlo. "



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