La casa de Rosmer (fragmento)Henrik Ibsen
La casa de Rosmer (fragmento)

"ROSMER.— ¡Ah! ¿Conque no se atreve usted a establecer relaciones conmigo en caso de que declare francamente mi apostasía?
MORTENSGAARD (Moviendo la cabeza).— No me atrevo, señor pastor. Últimamente he tenido como norma no apoyar nada ni a nadie que intente perjudicar los intereses de la Iglesia.
ROSMER.— ¿Es que ha vuelto usted al seno de la religión?
MORTENSGAARD.— Eso es asunto mío.
ROSMER.— ¡Ah, vamos! Sí, ya entiendo.
MORTENSGAARD.— Señor pastor, debía usted tener presente que yo —yo sobre todo— no puedo actuar con entera libertad.
ROSMER.— ¿Qué le cohíbe, pues?
MORTENSGAARD.— Me cohíbe… ser un hombre marcado.
ROSMER.— ¡Ah!, ¿sí?
MORTENSGAARD.— Un hombre marcado, señor pastor. Debía usted reconocer eso especialmente, porque fue el primero que consiguió marcarme.
ROSMER.— Si entonces hubiera tenido las mismas ideas que tengo hoy, habría tratado su falta con más tacto.
MORTENSGAARD.— Así lo creo yo también. Pero ya es tarde. Me ha marcado usted para siempre, para toda la vida. De seguro, no comprende el alcance de eso. Pero quizá sufra pronto usted mismo el dolor del hierro candente.
ROSMER.— ¿Yo?
MORTENSGAARD.— Sí. Porque supongo que no creerá que el rector Kroll y su círculo perdonen una cosa como la ruptura de usted. Se dice que el Amtstidende, en lo sucesivo, va a mostrarse bastante sangriento. Podría suceder que usted fuese también un hombre marcado.
ROSMER.— Me siento invulnerable en cuanto me atañe personalmente, señor Mortensgaard. Mi vida queda fuera de cualquier ataque.
MORTENSGAARD (Con una sonrisa maligna).— Esas son palabras mayores, señor pastor.
ROSMER.— Es posible. Pero creo que tengo derecho a emplear esas palabras.
MORTENSGAARD.— ¿Aun juzgando su propia conducta con tanta severidad como en otro tiempo juzgó la mía?
ROSMER.— ¡Lo dice usted de una manera tan extraña!… ¿A qué se refiere?
MORTENSGAARD.— Sí, a cierto hecho concreto, nada más, aunque podría ser bastante grave si lo propalan adversarios malévolos.
ROSMER.— ¿Me hará usted el favor de decirme cuál?
MORTENSGAARD.— ¿No lo adivina por sí solo el señor pastor?
ROSMER.— No, no lo adivino de ninguna manera.
MORTENSGAARD.— Pues no tendré más remedio que decírselo. Yo guardo en mi poder una carta singular, escrita aquí en Rosmersholm. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com