El secreto de Augusta (fragmento)Joaquim Maria Machado de Assis
El secreto de Augusta (fragmento)

"Por primera vez, Vasconcelos sintió que la serpiente de los celos mordía su corazón.
De los celos, digo yo, por usar un eufemismo; no sé si aquello era celos; tal vez fuera amor propio herido.
¿Serían fundadas las sospechas de Vasconcelos?
Debo decir la verdad: no lo eran. Augusta era vanidosa, pero era fiel a su infiel marido; y eso por dos motivos: uno por conciencia, otro por temperamento. Aún cuando ella no estuviese convencida de sus deberes de esposa, lo cierto es que nunca había traicionado el juramento conyugal. No estaba hecha para las pasiones, a no ser las pasiones ridículas que impone la vanidad. Ella amaba, por sobre todo, su propia belleza; su mejor amigo era aquel que le dijera que ella era la más hermosa de las mujeres; pero si le daba su amistad, no le entregaba, en cambio, su corazón; eso la salvaba.
La verdad es ésta, pero ¿quién se la diría a Vasconcelos?
Una vez que sospechó que su honor pudiese haber sido afectado, Vasconcelos empezó a recapitular toda su vida. Gomes frecuentaba su casa desde hacía seis años y tenía en ella plena libertad. La traición era fácil. Vasconcelos empezó a recordar las palabras, los gestos, las miradas, todo lo que hasta entonces le había resultado indiferente y que en aquel momento tomaba un carácter sospechoso.
Dos días anduvo Vasconcelos entregado a estos pensamientos. No salía de su casa. Cuando Gomes llegaba, Vasconcelos observaba a su mujer con desusada persistencia; la misma frialdad con que ella recibía al muchacho era, a los ojos del marido, una prueba del delito.
Estaba en esto, cuando en la mañana del tercer día (Vasconcelos ya se levantaba temprano) entró Lorenzo a su escritorio, siempre con el aire salvaje de costumbre.
La presencia de su hermano despertó en Vasconcelos el deseo de contarle todo.
Lorenzo era un hombre sensato y en caso de necesidad era un punto de apoyo.
El hermano oyó todo cuanto él le contó y, al haber terminado éste de hablar, rompió su silencio con estas palabras:
—Todo eso es una tontería; si tu mujer rechaza el casamiento será por algún otro motivo; cualquiera menos ese. "



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