Vida de Samuel Johnson (fragmento)Giorgio Manganelli
Vida de Samuel Johnson (fragmento)

"Boswell cuenta, a propósito de algunas cenas, que en ellas se habló de Aníbal, de gastronomía, de política y de mujeres; y, en definitiva, nadie alternaba con mayor desenvoltura descripciones de impúdicas empresas con anotaciones sobre sermones religiosos. Boswell posee el genio de la vulgaridad y de lo azaroso de la existencia, un genio intelectual del que precisamente carecía Savage, quejumbroso y sentencioso. Y esa inteligencia centrada por entero en los sentidos y la sociabilidad debían de ejercer una extraordinaria fascinación sobre Johnson.
No podrá entenderse de otro modo la cálida, casi goliardesca amistad que unió a Johnson con un feliz y aventurero libertino como Topham Beauclerk. Cuesta imaginar a hombres más distintos que el devoto y moral Johnson y este descendiente tardío de los rakes de la Restauración. Pero a un buen conversador, a un espíritu brillante y capaz de saborear intelectualmente la experiencia, Johnson le perdonaba muchas cosas. «Puedo dar testimonio —escribe Boswell— de que fue una amistad muy cordial. [...] Beauclerk podía tomarse con Johnson mayores libertades que cualquier otra persona con la que yo lo viera nunca; por otro lado, a Beauclerk no le escatimaba su respetable amigo una reprimenda cuando ésta era oportuna.» De Beauclerk, Johnson dijo una vez que era «un cuerpo todo vicios y un alma toda virtudes». Curioso elogio en boca de un cristiano combativo y que tal vez delata algo más que una actitud clásica, quizá una imaginación ampliamente alimentada de mitos no cristianos, como para confirmar el añadido: «Ni Alejandro Magno [...] habría podido desear mejor elogio».
Puede resultar interesante cerrar esta presentación de espíritus extravagantes citando una ilustre página de la Vida de Johnson de Boswell:
Una noche en que Beauclerk y Langton habían cenado en una taberna de Londres, pasadas ya las tres de la madrugada se les metió en la cabeza ir a despertar a Johnson para ver si conseguían convencerlo de que saliera a callejear con ellos. Llamaron violentamente a la puerta de sus aposentos en el Temple, hasta que apareció él en camisa, con su pequeña peluca negra en la cabeza en vez de gorro de dormir y un atizador en la mano, imaginando probablemente que unos rufianes venían a atacarlo. Cuando vio de quién se trataba, y le dijeron la razón por la que habían ido a buscarlo, sonrió y, de muy buen humor, aceptó su propuesta: «¡Ah, sois vosotros, sinvergüenzas! Pues claro que voy a dar un paseo». En un momento estuvo vestido, y se pusieron en camino hacia Covent Garden. A aquella hora los fruteros y verduleros, recién llegados del campo, empezaban a disponer sus cestos. Johnson hizo algunos intentos de ayudarlos, pero los honrados hortelanos se quedaron tan atónitos al ver su aspecto y sus maneras, así como su extraña intervención, que no necesitó mucho para percatarse de que sus servicios no eran bien recibidos. Entonces entraron en una taberna cercana y se tomaron una taza de ese licor con especias que a Johnson siempre le había gustado [...]. No se demoraron mucho allí, sino que se encaminaron hacia el Támesis, tomaron una barca y remaron hasta Billingsgate. Beauclerk y Johnson disfrutaban tanto que decidieron persistir en sus disipaciones durante el resto del día, pero Langton se marchó, pues se había comprometido para almorzar con unas jóvenes. "



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