Adriana Buenos Aires (fragmento)Macedonio Fernández
Adriana Buenos Aires (fragmento)

"Comprendo que esta composición no era verso ni llegaría a serlo nunca si los escritores mejoran con el tiempo, aunque se reconocerá que logré encontrarle un final elegante. No fue por su mala calidad que yo huí de mi asiento sin esperar a presenciar la lectura de mi poesía, sino porque no quería dormirme delante de ella y me dominaba el sueño.
En otro asiento soñé muy bien con Adriana. Lo que ansiaba era caminar muchas horas seguidas por las calles de Buenos Aires, cuando la gente y el tráfico se ponen locos, a eso de las seis, a las nueve de la tarde reunir a mis amigos y quedarme en un bar charlando y riendo toda una noche.
Estaba seguro de que después de esto me sentiría sumamente bien y saldría en busca de Adriana con un plan delineado y con mucha acción.
Media hora haría que estaba quieto en un sillón cuando creí sentir sollozar dentro de mi pieza y parecía que se pronunciaba el nombre de Adolfo.
Con miedo y disgusto, pues hubiera querido estarme diez horas en paz en aquel sillón, encendí de un salto la luz. Una mujer estaba tendida, toda vestida, en mi cama, con el rostro vuelto a la pared y la cabeza cubierta por un chal.
Es Adriana, seguramente, pensé al instante, en una turbulencia cual nunca he conocido. Solo esa alma confiadísima y santa puede quedarse dormida en mi cama.
¡Qué sobresalto indecible! Besarla, besarla, era un afán fortísimo. Tuve la inspiración de apagar la luz en el acto y volver a mi sillón.
¡Qué cambio en mí! Todo mi problema otra vez y ahora tan inmediato, tentador, solitario.
¿Por qué no descansar la sed de dos meses intensísimos en un beso solo, saciador, mitigador?
Si esta ansia era dolorosa, más lo fue el pensamiento que pronto vino de que Adriana no me negaría ese beso pero lo permitiría con una actitud tan triste que al imaginarla tuve, con tortura, con desesperación, que desterrar ese impulso.
En el intervalo desde que la vi en su casa, mi naciente sentimiento se había adormecido y en el campo algún día me pareció que la inclinación mía se encaminaba a un color menos personal y que después de algún tiempo volvería yo a mi soledad definitiva. Era lo que yo empezaba a preferir, y así sucedería si nada me obligaba a verme con ella y continuar ligado a sus vicisitudes.
¿Qué haría con mi soledad? Lo veríamos una vez calmado. Nada haría, probablemente. Daba mi destino por concluido y estaba conforme con ello. Pensaría de nuevo mi pensamiento metafísico, único terreno en el cual me siento a plena claridad, y rompería mi yo actual para ensayar otra individuación, pues que el amor había fracasado y solo por el amor se puede salir definitivamente de la individuación.
Así había pensado sucintamente al sentir una y otra vez las resistencias del azar a una nueva apertura de amor en mi carrera. "



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