María Antonieta y el escándalo del collar (fragmento)Benedetta Craveri
María Antonieta y el escándalo del collar (fragmento)

"Entretanto, la víctima designada de la burla, informado por Madame de La Motte de que la soberana le esperaba en el bosquecillo de Venus, llegó a la cita con una levita negra y un gran sombrero que le ocultaba parte del rostro. Lo único verosímil de la historia era la elección del lugar y de la hora: todos sabían que, las noches de verano, María Antonieta salía a pasear por el jardín y prefería el bosquecillo, que se extendía al pie de la escalinata de los Cien Peldaños. Pero imaginar que la esposa del rey de Francia se apartase sola para celebrar un coloquio secreto con un hombre, y por añadidura un eclesiástico, era un disparate que solamente podía arraigar en la mente perturbada de Rohan.
El encuentro duró pocos segundos: el cardenal se arrojó a los pies de la Leguay, que, presa del pánico, le tiró la rosa murmurando algunas palabras inconexas, pero se olvidó de darle la carta. De pronto surgió Madame de La Motte de detrás de un arbusto para anunciar la llegada del conde y la condesa de Artois y arrastrar al cardenal hacia el castillo, mientras su amante y su marido se apresuraban a conducir fuera del bosque a la improvisada actriz.
La condesa obtuvo enseguida provecho del éxito del engaño haciendo llegar a Rohan una misiva en la que la reina le pedía sesenta mil libras destinadas a una familia necesitada. La suma, prontamente recaudada, permitió a los esposos La Motte realizar una expedición por todo lo alto a Bar-sur-Aube, con carrozas, caballos, criados, muebles de precio y vistosos trajes y joyas. Para Jeanne era la revancha que siempre había soñado, el preludio a la recuperación de Fontette.
De regreso a París, la megalomanía de la condesa continuó aumentando de manera directamente proporcional a su necesidad de dinero. Estaba acostumbrada a vivir al día, pero sabía asimismo qué hipotecas pesaban sobre su futuro. Así pues, cuando se enteró de que los joyeros más conocidos del país estaban buscando intermediarios para convencer a la reina de que adquiriese un fabuloso collar de diamantes, comprendió que había llegado para ella el momento de jugarse el todo por el todo.
Megalómano era también, a decir verdad, el proyecto con el que Charles-Auguste Böhmer se había propuesto coronar una larga y afortunada carrera que le había valido el ambicionado título de joyero de la reina. Durante años, junto con su socio, Paul Bessange, Böhmer había hecho acopio de los diamantes más grandes y más puros que había entonces en el comercio en Europa para crear un collar único en el mundo. En realidad, más que en un collar la increíble joya hacía pensar en un impresionante pectoral, formado por una vuelta de diecisiete diamantes del tamaño de nueces, de la que salían tres festones con pendentifs en forma de lágrima en el centro, enmarcada a su vez por cuatro largas tiras de diamantes dispuestos en triple fila, que llegaban casi hasta la cintura. Las dos interiores se cruzaban a la altura del seno, tenían en su confluencia un diamante gigantesco y seguían luego su trayectoria hasta concluirla, al igual que las dos tiras exteriores, en cinco borlas centelleantes. En conjunto, las piedras pesaban nada menos que 2.800 quilates. "



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