Carta al Greco (fragmento)Nikos Kazantzakis
Carta al Greco (fragmento)

"Nos hicieron entrar en la sacristía y nos mostraron orgullosamente los tesoros del monasterio, el cráneo de San Baudilio el Magno, la mandíbula de Teodoro el Estratelato, el brazo izquierdo de San Juan Crisóstomo y una multitud de osamentas. Nos abrieron, también, el relicario famoso, todo adornado de piedras preciosas y de perlas; había dentro un gran trozo de la verdadera cruz. La voz del monje temblaba de emoción y yo pensaba en la palabra de un verdadero cristiano: «Todos los trozos de madera son madera de la verdadera cruz, pues de cada uno de ellos puede hacerse una cruz». Luego nos mostraron la túnica de oro de Nicéforo Focas, bordada de rosas y lises; y su corona de oro engastada de piedras rojas y verdes; y el Evangelio escrito de su mano… Luego una cantidad de viejos registros roídos por los gusanos…
Mi amigo y yo admirábamos, lanzábamos algunos gritos, pero nada de todo esto conmovía nuestro corazón. Más profundamente que de otra cosa, con mayor reconocimiento, me recuerdo de esto: el perfume de dos nísperos en flor, a la entrada de la biblioteca; todo mi cuerpo se estremecía de alegría al aspirar el perfume del níspero que tanto me agrada, dulce, picante, más embriagador que el vino y la mujer; y que todos los esplendores del mundo.
Al día siguiente, antes del amanecer, salimos para la cumbre del Athos. La campana no había tocado aún en el patio, los pájaros aún no se habían despertado, el cielo estaba muy puro, lechoso, y el lucero del alba brillaba a lo lejos, hacia el Oriente, como un serafín con sus seis alas.
El padre Lucas, bajito, con sus piernas arqueadas, antiguo contrabandista, iba delante y nos señalaba el camino.
Por momentos, se detenía y se ponía a hablarnos de mares, de fiestas, de disputas con los turcos. Toda su vida pasada en el mundo permanecía en él como una leyenda, como si hubiera transcurrido su otro universo, más salvaje y peligroso, lleno de gritos, de blasfemias, de mujeres. Él contaba su leyenda, la revivía y se regocijaba. Había renunciado a todo lo que había sido su vida pasada, pero le había traído todo consigo, envuelto en su sotana. "



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