Yo he de amar una piedra (fragmento)António Lobo Antunes
Yo he de amar una piedra (fragmento)

"La enferma que sigue de luto con el retrato del hombre en el medallón manifiesta que los síntomas se mantienen (les encanta sufrir a estos imbéciles)
–No se me va la tristeza
y allí están ellos con su tristeza, la manía de la tristeza, la felicidad de la tristeza, después de la muerte de mi padre mi madre con un medallón idéntico, la misma fotografía que en la mesita de la sala, siempre con flores al pie, mientras de mi hermana nada de fotografías ni flores, al enterrar su cuna nunca hubo hermana en el pasado, quedó el limonero por unos cuantos años pero los limoneros olvidan y en un otoño cualquiera la molestia del árbol, al principio no se notaba nada, se pasaba por su sombra sin notar que estaba más difusa, más escasa, en esos momentos después de la lluvia en que las cosas se nos aparecen tal cual son, lavadas (–¿Al final era esto?)
advertía su sufrimiento no por contorsiones ni por quejas
(siempre digno el limonero)
por la molicie de las ramas
(mi padre de esa forma al enfermar, mi abuelo ídem, no se lamentaban, desistían, miraban a una distancia de kilómetros incluso cerca de nosotros, con expresiones tan antiguas, ausentes) si por un capricho de junio el viento soplaba en las hojas oía un sonidito de musgo en lugar de la voz de mi madre con la que aprendió a hablar, la risa por ejemplo, la admiración –Acabas de nacer y ya eres casi un adulto, Dios mío
(durante mucho tiempo mi madre no infeliz, contenta)
por la noche el árbol teñía el patio con su silencio, se deducía por el color del silencio que había renunciado a aguardar la mañana, los días habían dejado de importarle, un único limón, que no nos supo a nada, madurando por costumbre y despidiéndose de nosotros, no zumo, unas gotitas aguadas, mi madre arrojó el limón al cubo y con el chasquido mi hermana falleciendo otra vez, no me acuerdo de haberla oído llorar, me acuerdo de los cabellos que se pegaban a la frente, de la cara que me afligía por no acusar a nadie, se la cogía por la muñeca y la muñeca (toda ella la muñeca)
caía, la solemnidad del farmacéutico. "



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