El discurso de la Academia (fragmento)Friedrich Schelling
El discurso de la Academia (fragmento)

"La naturaleza se muestra absolutamente característica desde sus primeras obras; encierra en la dura piedra la fuerza del fuego y el fulgor de la luz, el dulce alma del sonido en el rudo metal; hasta en el umbral de la vida, esto es, cuando ya está concibiendo una figura orgánica, vuelve a recaer en la petrificación superada y dominada por la fuerza de la forma. La vida de las plantas consiste en una callada receptividad, pero ¿cuál es el contorno exacto y riguroso bajo el que se encuentra encerrada esa vida paciente que todo lo soporta? Parece como si el reino animal fuese el primer lugar en el que comenzara realmente la lucha entre vida y forma: la naturaleza oculta sus primeras obras bajo duras envolturas y cuando se despoja de ellas el mundo animado vuelve a sumarse al reino de la cristalización a través del impulso artístico. Finalmente, la naturaleza vuelve a surgir más osada y más libre que antes y aparecen caracteres activos y vivos que nunca dejan de ser los mismos a través de toda una serie de generaciones.
Es verdad que el arte no puede comenzar a tanta profundidad como la naturaleza. Aunque la belleza se extienda por todas partes de la misma manera, no cabe duda de que existen distintos grados de manifestación y despliegue de la esencia y por ende de la belleza. Sin embargo, el arte exige una determinada plenitud de belleza y no quiere tocar sonidos o notas sueltas, ni siquiera un acorde aislado, sino que enseguida quiere tocar a plena voz toda la melodía entera de la belleza. Con esa intención suele preferir echar mano directamente de lo más desarrollado y supremo: de la figura humana. Pues ya que no le ha sido concedido abarcar la inconmensurable totalidad y puesto que en el resto de las criaturas sólo aparecen algunos destellos y sólo en el hombre se muestra el pleno ser completo y sin fisuras, por eso mismo, no sólo se le permite, sino que se le exige que vea la entera naturaleza únicamente en el hombre. Pero precisamente por eso, porque aquí la naturaleza lo concentra todo en un único punto, también repite toda su multiplicidad y vuelve a recorrer el mismo camino que ya había recorrido en toda su vasta extensión, sólo que esta segunda vez de modo más reducido. Y de aquí es de donde nace la exigencia que se le hace al artista: conformarse con ser fiel y verdadero en lo limitado y mostrarse en toda la perfección y belleza en lo completo y perfecto. Y aquí es donde toca entrar en pugna con ese espíritu creador de la naturaleza que también en el mundo de los hombres imprime sello y carácter con insondable multiplicidad, sólo que la lucha no debe ser lánguida y blandengue, sino fuerte y valerosa. El permanente ejercicio de reconocimiento de aquello que permite que lo propio y característico de las cosas sea algo positivo servirá para preservar al artista de la vaciedad, la debilidad y una interna nulidad mientras no se atreva a querer alcanzar la suprema belleza externa en obras de suprema sencillez, pero infinito contenido, por medio de una unión cada vez mayor y una finita amalgama de múltiples formas.
Sólo se puede aniquilar la forma por medio de la perfecta consumación de la forma y ésta es precisamente, en lo característico, la meta última del arte. Pero del mismo modo que esa aparente coincidencia a la que las almas sin contenido llegan más fácilmente que las otras es sin embargo por dentro algo nulo, algo parecido le pasa en el arte a esa armonía externa rápidamente alcanzada, pero sin plenitud de contenido, y la teoría y las clases deben tratar de actuar contra esa imitación sin espíritu de formas bellas, particularmente contra la tendencia a un arte sin carácter completamente debilitado que, sin duda, se bautiza a sí mismo con los nombres más sonoros, pero con eso sólo logra esconder su incapacidad para satisfacer las condiciones básicas. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com