El informe (fragmento)Martin Kohan
El informe (fragmento)

"Es esta clase de condición aquella que evocamos hoy, cuando se dice de un lugar determinado que es una prisión, o cuando se dice de una persona determinada que es un prisionero. Y no debemos precavernos esta vez, doctor Vicenzi, frente al que, bien lo sabemos, es a las claras el peor de los pecados que un hombre puede cometer, si es que ese hombre es un historiador y de tal condición hablamos: permitir que en su mirada hacia el tiempo pasado se filtren los valores y los criterios deformantes del tiempo presente.
En este caso, de todos modos, en la manera de concebir la noción de prisión y de prisionero, no estamos, escribe Alfano, cometiendo ninguna clase de anacronismo: también en aquellos tiempos, doctor Vicenzi, cuando el siglo XIX comenzaba, prisión remitía a muro, a reja, a encierro, tal como hoy, cuando el siglo XX está entrando en su ocaso, se da por buena la definición. Acaso un ejemplo oportuno, y correspondiente por demás en términos cronológicos, termine de dejar clara esta cuestión: entre gruesos muros y detrás de gruesos barrotes, aislado por la piedra y, para peor, en una isla, supo hallarse, cuando fuera prisionero en Elba, Napoleón Bonaparte; aquel cuyas hazañas, de tan gloriosas, pueden compararse con las de nuestro incomparable Libertador, santo era ya, por su solo nombre, antes de que mediara la exaltada pluma de don Ricardo Rojas. Sólo tres hombres vencieron, en la historia, a las gigantescas montañas: en una misma y eterna gloria, escribe Alfano, brillan, con luz infinita, un cartaginés, un corso y un correntino.
Muros de piedra y barrotes de hierro, sombras y encierro, y del sol solamente un lejano destellar: tales eran, también, las circunstancias que imaginaban, prefigurando, razonablemente, su futuro próximo, los apesadumbrados godos que llegaron a Cuyo. Y no me refiero con esto a los más escépticos, a los pesimistas, a los agoreros (ya he referido a usted, en otro informe, que no faltó quien, aunque por exceso de celo y por inexperiencia, llegó a temer una ejecución en masa), sino a los que, con criterio realista (realistas eran, al fin de cuentas, y no de otra forma progresaban sus razonamientos) intentaban hacerse a la idea del tipo de vida que les aguardaba.
Y, sin embargo, las cosas no ocurrieron de esa manera. Fueron prisioneros, claro está, los godos que en manos de patriotas cayeron en la batalla de Maipo o de Maipú; pero ni rejas ni cerrojos los contuvieron en Mendoza, ni dejaron, tampoco, de ver el sol, que es, por otra parte, una de las más apreciables bendiciones de la naturaleza mendocina, cosa que usted, doctor Vicenzi, puede comprobar con sólo asomarse a la ventana de su casa y mirar hacia lo alto, siempre que así lo desee y siempre que no se encuentre leyendo este informe en horas de la noche.
Ni rejas ni cerrojos, le decía, los contuvieron en Mendoza; no hubo para ellos, escribe Alfano, muros ni sombras. Los prisioneros españoles fueron apartados de la guerra, se los aisló y se impidió que pudieran volver a tomar contacto con aquellos compatriotas suyos que todavía luchaban por la causa del rey en América. Pero bastó para ello, doctor Vicenzi, con trasladarlos a ese grupo de casas que en las proximidades de Mendoza se hallaba: aislados, nadie podía llegar hasta ellos, y a ninguna parte podían ellos marcharse; un reducido piquete bastaría para controlarlos, y la propia llanura y las largas distancias harían el resto. "



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