Dostoievski: Filosofía, novela y experiencia religiosa (fragmento)Luigi Pareyson
Dostoievski: Filosofía, novela y experiencia religiosa (fragmento)

"Sin embargo, lo que más lo aparta del mundo y lo acerca a Cristo es esa unión inseparable de ingenuidad y penetración que ya hemos mencionado. A pesar de la simplicidad de su inteligencia y la mediocridad de su cultura él posee una clarividencia penetrante y segura y una agudeza infalible que lo hacen capaz de comprender los más ocultos secretos de los corazones humanos y resolver las más sutiles y complejas cuestiones morales. Él representa un enigma para todos, pero nadie permanece oculto para él. Ninguno lo comprende verdaderamente a fondo, mientras él los comprende a todos. Él sabe aquello que los demás ignoran. Todos esperan de él un comportamiento de «idiota», pero ninguno parece sorprenderse de su fina penetración psicológica. Respecto a él se pueden formular dos juicios aparentemente opuestos: «Discúlpeme príncipe, pero usted es de una simplicidad, de una inocencia inconcebible
hasta en la edad de oro, y al mismo tiempo, en un instante traspasa a la gente de parte a parte, como una flecha, revelándose como un observador psicológico profundísimo». «¿Cómo ha hecho para adivinar? O es un médico, o bien posee verdaderamente una agudeza extraordinaria y puede adivinar muchas cosas. Pero que, en último término, sea usted un idiota, sobre esto no cabe duda alguna».
El hecho es que su bondad y penetración son inseparables de su simplicidad y desprevención, porque la inteligencia racional, tan útil para saberse orientar y conducir en medio del mundo, es meramente secundaria con respecto a la inteligencia del corazón y no puede hacer nada frente a ésta. Sólo la inteligencia del corazón es verdaderamente principal y esencial sobre un plano de valores absolutos, aunque tenga características que parezcan «infantiles» y aunque se dé en la mente de un «idiota». Pero tal vez por eso mismo es superior, porque en los niños, tan amados por Cristo, está más presente «la idea», es decir, el contacto vivificante con el absoluto, con el principio del ser y del bien. "



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