El callejón de las almas perdidas (fragmento)William Lindsay Gresham
El callejón de las almas perdidas (fragmento)

"De todas las personas que he tenido el privilegio de conocer, la señorita Cahill y el reverendo Carlisle son dos de las que más aprecio, y puedo dar fe de que todas las sesiones de espiritismo que llevaron a cabo tuvieron lugar bajo las condiciones científicas más estrictas, y a ninguna persona decente se le podía haber ocurrido pensar que había fraude. Ya en la primera sesión reconocí a mi hija Caroline, que «murió» cuando tenía dieciséis años, unos días antes de comenzar la secundaria. Regresó en otras sesiones, y estuve a punto de tocar su hermoso pelo dorado, que llevaba peinado exactamente igual que cuando falleció. Poseo una fotografía de ella que le sacamos para el anuario del Instituto y que la muestra peinada así, y ese era un detalle que tan solo yo podía conocer.
El reverendo Carlisle jamás dijo una palabra referente a pedirme la casa. Fue Caroline la que me pidió que se la regalara, y de hecho me costó muchísimo convencerlo de que se la quedara, y Caroline tuvo que volver y suplicarle que la aceptara. Y me hace muy feliz afirmar que aquí, en California, bajo la guía del reverendo Hallie Gwyne, Caroline me acompaña casi cada día. No es tan joven como en Nueva York, y sé que eso significa que en ella se refleja mi propio crecimiento espiritual…
El sol golpeaba los toldos a rayas mientras seis plantas más abajo las calles de Manhattan se retorcían al creciente calor del asfalto. Molly salió de la cocina con tres latas de cerveza fría, y Joe Plasky, sentado en un sofá demasiado mullido con las piernas anudadas delante de él, extendió su mano callosa hacia la cerveza y sonrió. "



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