El espejo de nuestras penas (fragmento)Pierre Lemaitre
El espejo de nuestras penas (fragmento)

"Durante bastante tiempo, muchos habían visto a Désiré como una paradoja. Costaba creer que aquel joven que recorría con paso rápido y nervioso los pasillos del Continental pegado a las paredes, y que parpadeaba inquieto cuando le dirigías la palabra, fuera la misma persona que, con una claridad meridiana, explicaba todos los días la situación a quienes no la entendían con voz tranquila y pausada y mostrándose tan extraordinariamente informado.
En el Continental, sin embargo, la evolución del contexto militar había desplazado los centros de interés. Désiré Migault, considerado por unanimidad un pilar de la información, ya no intrigaba a nadie, salvo al señor De Varambon, que seguía su pista con la tozuda determinación de un fox terrier de pelo duro. Aun así, aquello no sorprendía a nadie, de modo que nadie le hacía caso. El señor De Varambon era la Casandra del Continental.
Todas las miradas estaban puestas en el norte del país, donde las tropas francesas y aliadas retrocedían ante la presión de la ofensiva de los alemanes, que, espoleados por su éxito en las Ardenas y por la rapidez con que sus tropas avanzaban, habían barrido a su paso a todo un ejército valeroso y esforzado, pero dramáticamente mal preparado para una situación que ningún jefe de Estado Mayor había sido capaz de prever. Cada vez era más difícil comentar con serenidad la situación ante la prensa. Los corresponsales del frente entraban en el juego y cantaban las alabanzas del ejército francés, pero no podían disimular el desastre de Sedán, la derrota más reciente en Flandes y, ahora, el «movimiento hacia atrás» (Désiré dixit) en dirección a Dunquerque, donde las tropas francesas protegían con valentía la retirada de los Aliados para evitar que todo aquel pequeño mundo fuera arrojado al mar. Désiré, impertérrito, seguía asegurando que «los Aliados luchan admirablemente», «contienen el avance alemán» o que «nuestras divisiones desafían los esfuerzos del enemigo». Aun así, se sabía con certeza que había más de trescientos mil soldados en peligro de ser exterminados por el ejército enemigo o de acabar en el fondo del Canal de la Mancha.
Désiré tuvo una nueva ocasión de mostrar su lucidez extraordinaria y la eficacia de su mente el 28 de mayo, cuando se supo que el rey Leopoldo III de Bélgica renunciaba a la lucha y optaba por rendirse al ejército alemán. "



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