La mentalidad soviética (fragmento)Isaiah Berlin
La mentalidad soviética (fragmento)

"Nuestra teoría parte de la presunción de que existen dos peligros principales que invariablemente amenazan cualquier régimen establecido mediante una revolución.
La primera es que el proceso vaya demasiado lejos, que los revolucionarios, presas de un celo excesivo, causen demasiada destrucción y, en concreto, exterminen a aquéllos individuos de cuyo talento depende en última instancia el éxito de la propia revolución y la conservación de sus ganancias. Pocas revoluciones, por no decir ninguna, conllevan los fines que sus seguidores más fervientes esperan, puesto que las mismas cualidades que dan forma a los
revolucionarios mejores y de mayor éxito tienden a simplificar en exceso la historia. Una vez amaina la borrachera del triunfo, se apodera de los vencedores una sensación de desencanto, frustración e indignación sin paliativos: algunos de los objetivos más sagrados no se han conseguido; el diablo sigue hostigando a la Tierra, y alguien ha de ser culpable de falta de celo, indiferencia, tal vez de sabotaje e incluso de traición. De este modo se acusa y se condena y se castiga a individuos por no conseguir cumplir algo que, con toda probabilidad, nadie en las circunstancias del momento podría haber realizado, y se juzga y ejecuta a
hombres por provocar una situación de la que nadie es realmente responsable, una situación inevitable y que los observadores más lúcidos y sobrios (como más tarde se demuestra) habían anticipado en mayor o menor medida.
Los juicios y los castigos no remedian la situación. La indignación da paso a la ira, se recurre al terror y se multiplican las ejecuciones. No existe motivo para que este proceso se detenga sin una intervención externa o causas físicas, pues nunca habrá suficientes víctimas para expiar un crimen que nadie ha cometido ni para reparar una crisis que debe atribuirse al fracaso general y muy probablemente inevitable de no entender la situación correctamente. Sin embargo, una vez que la pesadilla de sospecha mutua, recriminaciones, terror y contraterror se ha instalado, es demasiado tarde para retroceder: toda la estructura empieza a desmoronarse en un fárrago de frenéticas cazas de brujas de las que prácticamente nadie logra escapar. Todo escolar conoce el clímax violento de la Revolución francesa en 1794.
El segundo gran peligro es precisamente el contrario, y acostumbra a ser la secuela natural del primero. Una vez que el aflato original de la revolución se ha consumido, el entusiasmo (y la energía física) decae, los motivos se tornan menos apasionantes y menos puros, se instala una repugnancia hacia el heroísmo, el martirio, la destrucción de la vida y la propiedad, las costumbres cotidianas se reafirman, y lo que comenzó siendo un experimento audaz y espléndido se va apagando y finalmente desemboca en corrupción y miseria. Así ocurrió en Francia durante el Directorio y al final de la fase revolucionaria en muchos otros casos. Parece ser una secuela inevitable de muchos alzamientos románticos en los países latinos y latinoamericanos. "



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