El hombre que hacía y deshacía grasa (fragmento)Juan Antonio de Zunzunegui
El hombre que hacía y deshacía grasa (fragmento)

"Y aquí tenemos en medio del arroyo al pobre Ramón. Henri Bataille ha dicho que, en el fondo, no hay más que un drama: el del tiempo; pues bien, ¿qué hacemos con el tiempo del pobre Ramón?, porque los días del pobre Ramón tienen, como los de los demás, veinticuatro horas, y esas hay que llenarlas con algo, vicio o virtud.
Eterno e inamovible friso del tiempo.
El pobre Ramón se dejó llevar de su vida vegetativa. Comía, dormía y paseaba; mas como era de condición generosa y noble y, de otra parte, no tenía temperamento golfante, el hombre pronto se aburrió. Volvió a tomar de la mano sus juegos de adolescencia..., esos juegos que ya en la madurez son un adiós a la juventud que se ha ido. Cogió la pala, y al pegar a la pelota, tal vez sin presentirlo, lo que golpeaba era su propia y baldía mocedad.
La preocupación de la pelota, con sus partidos, apuestas y campeonatos colmó sus vanos de ocio, dando a su vitalidad fogoso desahogo. Formaban una peña de aficionados y tenían su sede en un bar céntrico. Los momentos que no actuaban en la cancha los empleaban en discernir las posibilidades de las parejas, apoyando frecuentemente sus discusiones sobre culinarias apuestas. Así mató el tiempo, mejor dicho, el tiempo le fue matando, mermándole facultades en las cortadas cuando la cintura inflexible no responde, que es como el tiempo mata, y llenándole el pecho de fatiga en los tantos muy peloteados.
Se dio al deporte y el deporte le devolvió manías. Jugaban —señoritos amasados con anteiglesia— para quitar tripa. A su pesar la pelota era en ellos una disculpa comilona.
Ramón empezó pesándose todos los meses; luego todas las semanas. El peso devino en él una obsesión. La pelota le quitaba grasa, pero en seguida las comilonas se la devolvían.
Así vivió. "



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