El rufián moldavo (fragmento)Edgardo Cozarinsky
El rufián moldavo (fragmento)

"Durante un instante interminable volvieron a su memoria el taller de costura de la calle Paso, donde la Recha Klatschman la había albergado después de la huida de Granadero Baigorria, la calefacción solo encendida para atender a los clientes, las tres chicas que debían tomar apresuradamente agujas e hilos y bordados si irrumpían sin anunciarse los inspectores de higiene para verificar los rumores que les habían llegado, mientras el ocasional cliente se escurría por la puerta de servicio abrochándose los pantalones; más atrás, el aprendizaje de la sumisión en Santa Fe; más atrás aún, el vapor de la carrera, y mucho antes las ilusiones con que se había embarcado en un puerto del mar Negro, una de tantas chicas traídas por la señora de Zabladovich. (¡La misma que en setiembre de 1930 iba a reconocer en una fotografía de Caras y Caretas, altiva y cubierta de pieles, llegando a declarar en Tribunales como “Emma la millonaria”!). De ese instante fuera del tiempo Perl volvió a Los Tres Hemisferios sabiendo que no podía permitirse vacilaciones: Samuel debía, ya, pasar a ser Sami.
Había entendido que, como tantos hombres, Sami era un romántico. Ella, como tantas mujeres, se sabía práctica, equilibrada, sensata. Nunca iba a poder ocupar en la imaginación de Sami el lugar de una criatura trágica y desdichada como Zsuzsa; su plan, modesto pero nada fácil, era hacerse imprescindible en la vida cotidiana de su hombre; su misión, exorcizar la tendencia de Sami al patetismo, rescatarlo del tango. Gracias a él, acaso pudiese alcanzar la existencia sin sobresaltos que había deseado, sin atreverse a creerla a su alcance, desde los días lejanos en que había dejado juventud y credulidad en una casa de Granadero Baigorria.
Una noche de invierno pasó por Los Tres Hemisferios un porteño corpulento, calvo, de cejas espesas y lentes sin armazón, que fumaba en una boquilla finísima. Tras oír tocar a Samuel y cantar a Perl, los abordó con una cortesía a la que no estaban acostumbrados. Era el famoso director de orquesta Pancho Lomuto, de quien minutos antes Perl había cantado “Cachadora”, su mayor éxito. Lomuto estaba de gira por la provincia y el reemplazo por una noche del titular enfermo, un violinista local que había tocado con Di Sarli antes de que este se fuera a la capital, había despertado la curiosidad del visitante al contarle que en un bar de Ingeniero White había músicos que solían interpretar, entre otras composiciones suyas, “La revoltosa” y “La rezongona”. En ese breve encuentro Lomuto invitó a Sami y a Perl a su mesa del Hotel de Londres, en pleno centro de Bahía Blanca, al día siguiente. "



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