El triunfo de la libertad sobre el despotismo (fragmento)Juan Germán Roscio
El triunfo de la libertad sobre el despotismo (fragmento)

"Indistintamente nos impone la naturaleza el deber alegado en favor de los angustiados y oprimidos injustamente. Esta es la única circunstancia atendible. Como sea injusto el peligro y la persecución, a nadie exceptúa el precepto natural. Cualquiera que sea el opresor tiene que pasar por los amargos trámites de esta Ley. No hay acepción de personas en el juicio de este legislador imparcial. ¿Pero cómo podrá tener cabida la nueva distinción del culto y de extranjería, cuando las palabras de Salomón y S. Pablo, que resuenan en la boca de los contrarios, recaen indistintamente sobre todos los príncipes y Reyes de la tierra? Cuando se escribía el c. 6 de libro de la Sabiduría, no había otros monarcas profesores del verdadero culto que los Hebreos; los demás eran idólatras.
Cuando escribía el Apóstol todos eran gentiles; ninguno había aún en el gremio de la Iglesia, ni aun siquiera en el número de los catecúmenos.
Así es como resaltan las inconsecuencias y contradicciones, cuando nos convertimos contra los principios de la sana política. Réstanos ahora saber, ¿por qué vos, Señor, habíais de entregar a vuestros resentimientos y venganzas un Rey extranjero, y querer que sufriésemos del doméstico todo linaje de iniquidad? En la guerra, cualquier soldado se halla autorizado para quitar la libertad o la vida del monarca del partido contrario, aun cuando sea justa la agresión o defensa de éste. ¡Y la nación a que pertenece este soldado ha de aguantar de rodillas el azote que indignamente descargue sobre ella el Rey que de ella ha recibido cuanto tiene en el orden civil! Si necesitase de alguna prueba lo que acabo de decir, un militar como Eleazar en la guerra de los Macabeos bastaría para el
caso. Empeñado en acabar con el monarca enemigo, contra quien se habían ellos sublevado, se introdujo por las filas enemigas en lo más arriesgado del combate, matando a diestro y siniestro y buscando ansiosamente a Real persona de Antíoco para quitarle la vida. Se metió debajo del elefante que le pareció ser el del Rey, para asegurar mejor el golpe. Murió la bestia penetrada del acero Hebreo. Murió igualmente oprimido y quebrantado con el peso de ella este valiente guerrero que es uno de los enumerados en la genealogía de Jesucristo, y aplaudido en el c. 6 del libro primero de los Macabeos. Contra una potencia que sin perjuicio de la libertad nacional de su vecina, la ofende en algún punto de relaciones puramente exteriores, ha de ser lícito mover las armas y privarla de su independencia. ¿Y no ha de ser permitido a ninguna de ellas armarse contra su mismo Rey, cuando en una guerra intestina y sorda, cuando con toda la masa de su poder arbitrario está hollando los derechos de los suyos y de su propia gente? La infracción de un tratado aunque sea de poca monta, presta derecho a la otra parte para exigir satisfacción a la infractora. "



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