El bautismo (fragmento)César Aira
El bautismo (fragmento)

"En este caso, sería su segunda cena, pero la primera, hecha por él mismo, había sido una mortificación; sólo el hábito le había permitido conciliar el sueño después de ingerir eso. Y la mujer parecía en excelente estado. El vasco era el que parecía algo más cansado, o abatido, y consiguientemente fue él quien trasegó el vino de la damajuana a una bonita jarra de vidrio tallado, y la trajo a la mesa. Después de tan laboriosos sucesos y conversaciones, ahora todo se hacía como por arte de magia; el cura parpadeaba y ya estaban los platos, los hondos arriba de los playos, los tenedores, las cucharas, los vasos, las servilletas blanquísimas y planchadas, la cestita con los grandes panes, la sopera de loza, humeante, con el mango del cucharón asomando del borde . .. "La bendición, padre", le dijeron antes de desdoblar las servilletas. Eso al menos no les podía negar.
Se tomó las manos con unción, inclinó la cabeza, y ya despegaba los labios para pronunciar una acción de gracias, cuando del dormitorio vino un pequeño llanto, vigoroso y hasta alegre, un pedido muy firme, lleno de vida, que se alzaba en la noche tempestuosa, que se hacía oír entre las airadas zampoñas del viento. La madre se puso de pie y disculpó al hijo por la interrupción, con una sonrisa tímida: "Ya le toca". "



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