El autor, el autor! (fragmento)David Lodge
El autor, el autor! (fragmento)

"La carta provenía de París, donde Fullerton había sido destinado al principio del año para trabajar en la oficina del Times. Henry echaba de menos la compañía y la conversación del joven, y con el fin, en parte, de volver a disfrutarlas viajó a París a mediados de marzo, para una estancia prolongada. Se hospedó en su hotel favorito, el Westminster, en la Rué de la Paix, una calle que nacía en la Place Vendôme. La gota le seguía molestando, pero se las arreglaba para recorrer los bulevares cojeando, al encuentro de Morton en los cafés y restaurantes que éste había «descubierto». Dio la casualidad de que Henry Harland también estaba en París en aquel momento, y durante su cordial almuerzo juntos el joven explicó con avidez sus planes de publicar una revista literaria de gran calidad que se parecería más a un libro que a una revista —de hecho se titularía The Yellow Book—, destinado a desafiar y a transformar el estirado y filisteo mundo de las letras inglesas. Publicarían la mejor obra de la generación más joven de escritores, que seguían el ejemplo de las recientes evoluciones de la literatura francesa, y sería ilustrada por un deslumbrante genio nuevo, llamado Aubrey Beardsley; pero Harland estaba ansioso de pedir a Henry una aportación que diese a su proyecto lo que él llamó un «marchamo de calidad literaria». Henry había visto algunas ilustraciones en blanco y negro de Beardsley, cuyo estilo y contenido no podían ser más distintos de las de Du Maurier, y no estaba seguro de que su obra encajara bien con la del joven artista entre las mismas portadas, pero acogió con una cautela favorable la invitación de Harland y le prometió que pensaría en una contribución pertinente para The Yellow Book cuando se acercase la fecha de su número inaugural. «Cualquier cosa de usted sería estupenda», dijo Harland. «Y puede tener la extensión que quiera.» Lo cual era desde luego un incentivo, pues los relatos de Henry tenían tendencia a traspasar enseguida los límites previamente convenidos con los redactores de revistas. Acababa de librar una lucha heroica para mantener «Los años de madurez» dentro de la frontera de las seis mil palabras impuesta por el implacable redactor de Lippincott’s, donde aparecería en mayo.
Mientras estaba en París, Gosse le informó de la muerte de John Addington Symonds, una figura que desde antiguo despertaba un considerable interés en Henry, quien al contemplar la vida de aquél podía definir y aclarar su propia relación con respecto al delicado asunto de las relaciones afectivas entre hombres. En el decenio de 1870, Symonds había sido el primero en turbarle la conciencia como autor de un estudio en muchos volúmenes sobre el Renacimiento italiano que él admiraba sobremanera, al igual que las obras posteriores de erudición y crítica debidas a la misma pluma culta. Symonds, que padecía tuberculosis, vivía con su mujer e hijos en Suiza, desde donde hacía visitas frecuentes a Italia, y Henry le había visto una sola vez, en Londres, a fines de los años setenta; pero algunos años más tarde le envió como homenaje uno de sus ensayos sobre Venecia, y recibió una gentil respuesta laudatoria. "



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